UN ADMIRADOR DEL EJÉRCITO ROMANO, MAURICIO DE NASSAU. Por Carmen Pastor Sirvent.

02.11.2016 08:26

                

                La insurrección de los Países Bajos contra Felipe II fue un hecho crucial de la Historia europea del siglo XVI. Los rebeldes, conducidos por Guillermo de Orange, se enfrentaron a los poderosos tercios con fortuna desigual, aunque al final lograron asentar al Norte del territorio un nuevo poder, el de las Provincias Unidas, entre las que destacaría Holanda y Zelanda.

                En 1584 se convirtió en el estatúder de ambas el hijo del asesinado Guillermo, Mauricio, con diecisiete años. Felipe II se inclinó por atacar primero Inglaterra en lugar de completar la dominación de los Países Bajos y en 1588 su Gran Armada fue derrotada, lo que reforzó la posición de las Provincias Unidas, que en 1590 designaron a Mauricio su comandante supremo.

                Mauricio de Nassau fue un aristócrata con inclinaciones humanistas muy claras, notablemente influido por Justo Lipsio como muchos de sus coetáneos. Gran lector de Vegecio, Elio y del emperador bizantino León, creyó que el modelo de Roma le podía deparar profundas lecciones de sabiduría militar. Los éxitos de aquélla se fundamentaban en un ejército regular y disciplinado.

                Decidió, pues, convertir las 43 compañías mercenarias inglesas, las 32 francesas, las 20 escocesas, las 11 valonas, las 9 alemanas y las 17 holandesas en una fuerza permanente en 1603, sin licenciarlas en los períodos de menor actividad, susceptibles de recibir mayor instrucción y de aceptar una disciplina más estricta.

                Con la estrecha colaboración de sus primos Guillermo Luis y Juan se homogeneizó el equipo militar de todas aquellas compañías, desde la longitud de las picas al calibre de las armas de fuego. Se aplicó la disciplina holandesa en el manejo de las armas, ilustrado en manuales como el de Jacobo de Gheyn.

                Todo ello le serviría para articular un ejército inspirado en las cohortes romanas que daban flexibilidad a las legiones y articuló cada regimiento en dos batallones de 550 soldados, de los que 250 eran piqueros y 300 tiradores.

                Tácticamente se disponían en 60 escaramuzadores en línea. Mientras que los piqueros ocupaban el centro de la formación, los arcabuceros y los mosqueteros se distribuían en las alas. Los soldados formaban un número de líneas menor que el de los tercios: los piqueros entre 5 y 10 de fondo y los tiradores entre 8 y 12.

                Estos últimos recibieron una atención particular y su disposición se inspiró en la recomendada por Elio. Los de la primera fila abrían fuego y daban media vuelta por los huecos dejados entre soldado y soldado hasta llegar a la retaguardia, donde cargaban nuevamente las armas. Así procedían sucesivamente todas las líneas formando una cortina de fuego. En caso de amenaza de la caballería, los tiradores se protegían tras los piqueros.

                Mauricio también tuvo en cuenta la disposición en tres líneas de combate de las legiones, escalonadas en forma de ajedrezado. Así dispuso sus regimientos y batallones este general que solo entró dos veces en batalla con los españoles y que tanto influyó en el saber militar de su tiempo.