TU PROPIA HISTORIA. LA NADA Y DIOS. Por Ángela Dalmau Moreno.

02.05.2017 22:18

                

                Allá, en el gran vacío de las profundidades místicas,

reposa la nada a la espera.

Allá, en lo más alto,

se ve una luz brillante.

Una figura aparece.

Es un simple mortal,

su ignorancia y su curiosidad,

lo llevaron a cometer el mayor error de su vida.

La nada observa.

La nada espera.

La nada convertida en bola de fuego,

subió allá,

a lo más alto,

y con una descarga,

absorbió toda la energía de aquel infeliz,

con tanta fuerza,

que medio cuerpo fue arrancado de su tronco

quedando la otra extremidad a merced de los gusanos.

¡La nada empezaba a tomar forma!

La nada volvió al vacío

profundo y frío.

¡La nada espera!

Espera que otro infeliz,

ocupe aquel hueco de luz,

que está allá,

en lo más alto.

La nada espera,

y una vez satisfecha su sed de hambre,

saldrá con la fuerza de la oscuridad del infierno.

Cebo de sus víctimas.

Libertad para ella.

¡La nada ya tiene forma!

La tierra agoniza.

El cielo se retuerce.

Los hombres gimen en un caos desorbitado.

El telón de acero cubre el escenario.

                ¡La nada tiembla!

Tiembla por la presencia de aquel que teme.

A través de los que no viven,

aparece el enviado.

Sus pasos,

suaves y marcados.

Su mirada, firme.

Su cuerpo, perfecto.

Hijo de un Dios casi olvidado.

Hijo de la fe de unos pocos,

suficiente para estar allí frente a la nada.

Una lucha a través de la muerte,

que decide nuestro destino.

Una lucha en medio de una guerra,

que alrededor de ella,

me encuentro como único trofeo.

Una lágrima brota a través de mi sufrimiento.

Una lágrima de amor.

Amor por aquel que sucumbió a la nada.

Amor que se fundió en una sola materia,

uniéndonos en una luz mística.

Una metamorfosis de la cruz divina.

Su semilla ya dentro de mí,

hizo que mi cuerpo se tambaleara,

desplomándose como una rosa blanca,

como una niña indefensa,

entre cruces de titanes.

La nada arrastra a la vida,

pero él se aferró al hueco de la luz taponando la salida.

Y la nada,

allí quedó,

muriendo en vida.

Como espectadora y protagonista,

vi acabar una vida,

ayudé a traer otra vida.

Vida de aquel enviado que sucumbirá

a la nada cuando vuelva a despertar.