SÓCRATES: CORROMPIENDO A LA JUVENTUD. Por Cristina Platero García.

15.10.2019 15:50

            Por obra de Sócrates y de los sofistas, la filosofía griega se instala en Atenas, es decir, se convierte en urbana y se ocupa exclusivamente del hombre. Estas tres notas guardan entre sí una íntima conexión.

            Durante el transcurso de las guerras médicas (contra los medos, pueblo que sería absorbido por los persas, habitantes de la antigua región Media, anexada al gran Imperio persa de Ciro, Darío, y del cinematográfico Jerjes), Atenas se constituye en una democracia presidida por Pericles (495-429 a.C.). La vida política y artística se desarrolla entonces tan brillantemente que sus ciudadanos creen haber llegado a la plena madurez humana. Es el periodo del arte griego llamado clásico.

            Frente a las normas y costumbres tradicionales aparece la crítica, resuelta a no aceptar nada si no aguanta su acción demoledora. Aumenta la sensibilidad frente a lo convencional y se plantea agudamente la necesidad de buscar nuevas y más firmes bases en que apoyar la conducta para no caer en la anarquía de las opiniones y los intereses particulares. Todo se debate en público, y la vida cotidiana, se convierte en una inacabable confrontación de pareceres y puntos de vista. El ágora se nos antoja como una prefiguración de Facebook.

            En un ambiente como el del foro, competitivo y polémico, uno de los asuntos de discusión era el de la educación de la juventud. ¿Cómo educar, cómo se había de formar a quienes debían aspirar a triunfar? O en otras palabras, ¿en qué consiste ser un buen ciudadano?

            Llevada la cuestión a estos niveles tan virtuosos, se planteaban varias alternativas entre los filósofos-políticos. Unos sostendrían el punto de vista pragmático y disolvente de "quien triunfa, ya puede ser calificado como bueno". Otros, como Sócrates, defienden que la bondad es elemental y que esta no puede confundirse con el éxito. La bondad es el más alto valor, superior a los azares de las convenciones políticas, y se impone pues, como una exigencia moral, a quienes quieren emprender carrera política. Una exigencia moral a la cual debe someterse todo hombre.

            Para que el comportamiento humano sea digno de este nombre, se requiere que se funde en la razón, de tal manera que el sujeto obre de tal manera porque sepa de antemano que lo que va a hacer es bueno. La moral depende así del conocimiento. La humildad expresada altamente en su frase "sólo sé que no sé nada".

            Este simple razonamiento fue el que dirigió toda la filosofía y la vida entera de Sócrates, consagradas ambas total y exclusivamente a la formación y al mejoramiento de sus conciudadanos.

            Pero Sócrates no pretende imponer brutalmente su pensamiento, ni siquiera llega a sugerirlo. Su tarea es convencer mediante argumentos para que los demás libremente se decidan a emprender el camino por él señalado. Por esto el método de su filosofía es el diálogo, una abierta y leal exposición de razones en la cual colaboran entre dos y tres interlocutores.

            En el diálogo, técnica ensayística que practicará también su amigo y discípulo Platón, se van a plantear siempre las cuestiones de qué es tal o cual virtud. "El conocimiento del bien lleva a su libre aceptación y ejercicio". Siguiendo esto, pensamos que quien hace el mal es porque desconoce la idea de Bien.

            Sócrates orienta sus diálogos según el que habla con él. A cada uno le pregunta sobre aquello de que alardea practicar. Esta técnica es la llamada ironía, palabra que en origen significa simplemente "pregunta". Esta habilidad para inquirir, transformando la verdad aceptada en falsa, va deformando las conductas antes aceptadas por el locutor, siendo él mismo el que se da cuenta de que sus respuestas no proporcionan una base sólida y carecen de la argumentación suficiente como para convencer al interlocutor.

            Una segunda fase en el diálogo socrático es la mayéutica, que designa la técnica de facilitar al interlocutor ese esfuerzo por dar luz a la verdad, que está escondida en su mente. Es el Mito de la caverna que más tarde expondrá Platón. Se trata en definitiva de poner en manifiesto la propia ignorancia, y querer salir de ella emprendiendo el camino de la reflexión y del afán de saber, o sea, buscará la philosophia en su más riguroso sentido.

            En sus diálogos, Sócrates, básicamente busca "inquietar" a su interlocutor. El sabio Sócrates decía de sí mismo que él era "el tábano de Atenas". Y sus picaduras entre los atenienses lo conducirán a ser condenado a muerte por votación de la Asamblea en el año 399 a.C., contando con unos 70 o 71 años. Su condena a la pena de muerte se resumía en "introducir falsos dioses; transformar la verdad en mentira; corromper a la juventud".

                                 

"La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros".

Sócrates (hace unos 24 siglos).

BIBLIOGRAFÍA

- La evolución del pensamiento griego. De Pitágoras a Sócrates, en Historia Universal, Tomo 4, Grecia (I), Enciclopedia Salvat, Madrid (2004).