SAYF AL-DAWLA, EL MONARCA VASALLO DE ALFONSO VII. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

14.12.2017 15:40

                

                A comienzos del siglo XII el poder almorávide avanzaba sobre la península Ibérica. Presionados entre las fuerzas cristianas y las almorávides, los gobernantes andalusíes procuraron infructuosamente mantenerse al frente de sus dominios, pero el descontento de sus  súbditos lo impidió. Gravados con demasiados tributos para atender el tren de vida de sus gobernantes y el pago de las parias a los cristianos, volvieron sus ojos hacia los almorávides transitoriamente.

                En el 1109, nueve años antes de su conquista por Alfonso el Batallador, el emir Al-Mustain ibn Hud tuvo que huir de Zaragoza ante el descontento de sus gentes. Se acogió, no sin protección cristiana, a la fortaleza de Ruta o Rueda de Jalón. La había reforzado a conciencia, según Ibn al-Kardabus, ordenando la apertura de un pasaje subterráneo con 400 escalones hasta el río para aguantar un asedio en toda regla sin padecer sed.

                A su muerte, le sucedió al frente de aquellos mermados dominios hudíes su hijo Ahmad, que adoptó el sonoro título de Sayf al-Dawla o espada de la dinastía. En las fuentes cristianas lo nombraron como Zafadola por ello.

                Enfrentado a una difícil posición, aceptó los ofrecimientos del joven Alfonso VII de León y Castilla, que se proclamaría emperador hispánico. Por el acuerdo de 1131, Sayf al-Dawla le rindió obediencia y puso en sus manos la fuerte Rueda a cambio de posesiones en territorio cristiano y de la promesa de ayuda militar en sus conquista andalusíes. El musulmán ampliaría sus dominios, pues, bajo el vasallaje de Alfonso VII, en lo que Francisco García Fitz ha llamado acertadamente la Hispania islámica que pudo haber sido y no fue, con autoridades tributarias del poder cristiano.

                Sayf al-Dawla recibió bienes en tierras fronterizas del reino de Toledo. Entre 1133 y 1135 tomó parte en importantes actos cortesanos, como el de la confirmación del fuero de Guadalajara.

                El hundimiento del régimen almorávide, incapaz de asegurar la protección andalusí, le abrió una notable oportunidad de engrandecimiento. El gobernador de Córdoba Ibn Hamdin le entregó la ciudad, tan emblemática, en 1145, pero no pudo mantenerse a su frente, y se retiró hacia Jaén y Granada.

                En el 1146 combatió a las fuerzas de Úbeda y Baeza que se negaban a reconocerlo, por lo que solicitó la ayuda de Alfonso VII. El emperador le envió una fuerza en la que figuraban condes como Armengol de Urgel, poco atentos a las exigencias del musulmán. Al final, los aliados se enfrentaron, y los caballeros pardos o villanos apresaron a Sayf al-Dawla en la batalla que se libró en febrero de aquel año en los términos de Chinchilla. Para las gentes de las huestes concejiles, deseosas de ampliar sus términos y de conseguir botines, el musulmán era un peligroso competidor. Fue ejecutado al igual que su aliado Abd Allah ibn Sad ibn Mardanis de Valencia. El posterior pesar de Alfonso VII no le restituyó la vida.