SALINGER Y LA II GUERRA MUNDIAL. Por Ignacio Latorre Zacarés.

22.08.2014 00:54

 

    Una de las agradables sorpresas de lectura de la temporada es la monumental biografía del novelista estadounidense Salinger que han escrito David Shields y Shane Salerno. Es todo un reto abordar una documentada biografía del escritor más huidizo, esquivo y extraño del siglo XX. Recordemos que J.D. Salinger es el autor de la célebre novela “El guardián entre el centeno” que conmocionó al mundo cuando se publicó en 1951 con su singular protagonista, el desnortado y díscolo adolescente, Holden Caufield. Salinger se pasó 10 años escribiendo “El Guardián...” y el resto de su vida arrepintiéndose, a pesar de los más de 65 millones de ejemplares vendidos y la influencia que la novela ha tenido en varias generaciones. Tras el repentino éxito de la obra, el escritor desapareció del mapa, se refugió en una casa en la montaña y ahí rehuyó de cualquier contacto con admiradores y periodistas durante 45 años. Sus únicas palabras públicas en este largo tiempo de reclusión fueron: “Vivo en el mundo, pero no formo parte de él”. Su vida se transformó en una obsesión por huir de ese mundo y sus allegados y la propia gente del pueblo donde vivió hicieron lo posible para que se respetara su voluntad de desaparecer de la vida pública.

    El libro presenta muchísimo material novedoso como los relatos de unas 200 personas conocedoras de Salinger que se habían negado a hablar de él hasta su muerte en 2010 llevados por la voluntad de mutismo que anhelaba el escritor sobre su vida. Además, se ofrecen más de 175 fotos inéditas (le aterraban las fotografías), cartas y fragmentos de su obra no publicados. Uno de los grandes aciertos de los autores de la biografía es no presentarla, como suele ser habitual, en forma de magistral síntesis, sino que se ofrece prácticamente en bruto, con las propias palabras de los entrevistados, intercalando un fragmento de un entrevistado con otro de forma poliédrica y discontinua, lo que le da un gran dinamismo e interés a la biografía.

    Los autores, a través de todo el material compilado, bucean en las claves de la extraña personalidad de Salinger y su repercusión literaria en “El guardián...”. Sin duda, una de las claves principales con la que se abre la biografía es su participación en la II Guerra Mundial, lo que le marcará para toda su vida. La Guerra destruyó a Salinger como persona, pero, a la vez, le creó como escritor.

    Salinger desembarcó en el 12 Regimiento de Infantería  en la segunda oleada de la Playa de Utah el día D del 6 de junio de 1944, en el famoso “Desembarco de Normandía”. En esos primeros días su regimiento tuvo 2.500 bajas de 3.100 soldados. Es particularmente interesante y estremecedora la descripción que de las acciones de guerra realizan sus compañeros de división aún supervivientes y que convivieron con Salinger. El desembarco en la playa no fue lo peor; en los temibles setos de Normandía que rodeaban los bocages los soldados caían como moscas.

    Salinger era un miembro del contraespionaje especializado en suministrar información para evitar maniobras que causaran más bajas en sus filas. Este tipo de tarea le procuró una mayor flexibilidad y libertad, pero no le posibilitó eludir los mayores horrores de la guerra. Un mecanismo para huir de la atrocidad humana fue escribir vehementemente ficción en la propia trinchera y con máquina de escribir.

    Particularmente dramática es la narración que sus compañeros de guerra hacen de la batalla del bosque de Hürtgen en la frontera belga-alemana, donde los nazis infringieron una colosal derrota a los americanos. Salinger entró en el terrible bosque de 130 km. cuadrados el 6 de noviembre de 1944 con la 4ª división. Esta división tuvo un 200% de bajas, es decir, caían tantos soldados de reemplazo como bajas cubrían. La barrera natural del propio bosque, las alambradas puestas por los alemanes en tiempo de inactividad y las tremendas explosiones que provocaban una lluvia de miles de astillas de madera y metralla al rojo vivo llevaron a apodar al bosque como “el infierno verde” o “la planta cárnica” porque hacía picadillo a los americanos.

    Salinger, que poseía una idea romántica de la guerra como muchos soldados alistados, conocerá toda la maldad que lleva implícita. Una verdadera conmoción fue para el escritor la liberación de los atroces campos de exterminio nazis donde pudo contemplar hasta dónde puede llegar el horror humano.

    El escritor, tras el fin de la guerra, ingresó voluntariamente en un hospital de Nuremberg aquejado de un grave estrés postraumático.  Los 65 años restantes que vivió lo hizo tratando de olvidar la amarga experiencia bélica. A pesar de ello y dentro de su recluida y huidiza vida, siempre tuvo una especial devoción por el grupillo de soldados con los que convivió y que escaparon de la muerte y con los cuales se veía de vez en cuando.

    Cuando acabó la guerra, Salinger era un ser muy diferente  al joven soldado que había salido de América. La tremenda experiencia bélica le marcó personalmente y es una de las claves de su muy personal literatura. La biografía en su primera parte es una forma inmejorable de acercarse al horror de la segunda Guerra Mundial desde dentro de una trinchera. La guerra servida en crudo.