MONTIEL, EL DUELO REAL EN UNA CASTILLA EN GUERRA.

08.03.2018 13:27

               

                Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.

                Pedro I de Castilla fue un rey enérgico, llamado el cruel y el justiciero por contrarios y partidarios respectivamente. Desde Alfonso X la monarquía había tratado de domar a los ricos hombres, y los enfrentamientos alcanzaron a la misma familia real. Pedro I se enfrentó, entre otros muchos, con su hermanastro Enrique de Trastámara, que tuvo la ayuda de Pedro IV de Aragón, en dura guerra con Castilla.

                Enrique consiguió asoldar parte de las compañías blancas, las de Bertrand Du Guesclin, que habían combatido en la guerra entre Francia e Inglaterra más tarde conocida como de los Cien Años. En 1366 entró en Castilla, haciéndose llamar rey en Calahorra. Pedro pasó de Sevilla a Burgos al conocer sus movimientos, pero terminó por retroceder hacia Toledo.

                Enrique se coronó en Burgos y a continuación entró en Toledo. Pedro inició un periplo de Sevilla a Bayona pasando por Portugal y Galicia. Buscó la ayuda del Príncipe Negro, el heredero del trono de Inglaterra que entonces regía la Gascuña, a cambio de la promesa de territorios como el señorío de Vizcaya.

                Paralelamente, Enrique llegó a Sevilla, despidió a parte de las fuerzas de las compañías y se encaminó hacia Galicia. Convocó Cortes en Burgos y afrontó el levantamiento de Zamora. Pronto le llegaron noticias amenazadoras.

                Pedro retornó con la ayuda inglesa. Enrique se concertó con el maquiavélico rey de Navarra, pero fue derrotado en 1367 en la batalla de Nájera. Esta vez fue Pedro el que entró en Burgos, donde tuvo que dar respuesta a sus promesas al Príncipe Negro. Se movió a continuación hacia Toledo, Córdoba y Sevilla.

                Enrique se había acogido al territorio del rey de Francia Carlos V y su esposa Juana al de Aragón. Se coaligó con el monarca francés contra sus enemigos antes de emprender su retorno a Castilla a través de territorio aragonés, no sin dificultades. Desde Calahorra alcanzó nuevamente Burgos. Córdoba se pronunció por él.

                En 1368 tomó León y puso cerco a Toledo. Pedro había unido sus fuerzas a las del emir de Granada Muhammad V para lanzarse sobre Córdoba, que se resistió con bravura. Menos fortuna tuvieron las plazas de Jaén y Úbeda, también partidarias de Enrique. Por el contrario, las seguidoras de la causa de Pedro Logroño, Vitoria, Salvatierra y Santa Cruz de Campezo se pusieron bajo la obediencia del rey de Navarra ante la presión de las fuerzas de Enrique.

                A comienzos de 1369 Enrique tenía puesto cerco a Toledo, guarnecida por contadas fuerzas pero de defensas poderosas. En su campamento o real recibió a los embajadores de su aliado el rey de Francia Carlos V. El veterano comandante de las compañías blancas Bertrand Du Guesclin retornaría a la Península, por su mandato, con una fuerza de más de quinientas unidades o lanzas.

                Mientras tanto, Pedro no permanecía inactivo. Conservaba importantes partidarios y disfrutaba de la alianza granadina. Tras dejar sus hijos y su rico tesoro en Carmona, partió de Sevilla hacia Toledo, con la intención de aplastar a su hermanastro. En Calatrava, a cuyo maestre Diego García de Padilla había ordenado apresar, se le unieron fuerzas de sus leales, como las de Zamora.

                Conocedor de sus movimientos, Enrique pudo dar aviso a sus fieles de Córdoba para que se pusieran en camino, como el maestre de Santiago Gonzalo Mejía y el de Calatrava (nombrado por Enrique en Baeza) Martín López de Córdoba.

                Pedro llegó a la Puebla de Alcocer, y en Villarreal se posicionaron tropas de Enrique, que después de diez meses y medio de asedio de Toledo optó por confiarle las operaciones a su mayordomo mayor Pedro González de Mendoza. La ciudad pasaba hambre, y Enrique se dirigió a Orgaz, punto al que también arribó Du Guesclin con seiscientas lanzas. Entre todas sus fuerzas sumaban tres mil lanzas. En la vanguardia de su formación dispuso a Du Guesclin junto a los maestres de Santiago y Calatrava. Él marcharía con el resto de sus tropas sin formar batallas o divisiones.

                De la Puebla de Alcocer Pedro se movió hacia Montiel, territorio de la orden de Santiago, con tres mil lanzas y unos mil quinientos jinetes granadinos. Los espías de Enrique temieron que se encaminara hacia Alcaraz para acrecentar sus fuerzas, rompiendo el equilibrio a su favor. Avanzó de noche con la ayuda de los fuegos que iban disponiendo por el camino sus exploradores.

                Curiosamente, Pedro carecía de noticias ciertas de Enrique. Sus compañías se dispersaron por las aldeas de Montiel. El alcaide de su castillo, el comendador santiaguista Garci Morán, fue el primero en dar aviso de los fuegos dispuestos por las tropas de Enrique.

                Al principio,  Pedro pensó que eran las fuerzas seguidoras de Enrique que habían salido de Córdoba, dispuestas a unirse al cerco de Toledo. Ordenó a sus emisarios que alertaran a sus huestes, pero al ver las tropas de Enrique se volvieron a sus posiciones.

                El 14 de marzo de 1369 los dos ejércitos entablaron batalla. Pedro se había armado cerca de Montiel, a la espera del resto de sus fuerzas, y Enrique había dispuesto las suyas en orden. Los llegados desde Córdoba no lograron traspasar un valle para unirse al grueso del ejército de Enrique, que ordenó cargar entonces con todas las fuerzas a su disposición. Las tropas de Pedro fueron desbaratadas. Él logró acogerse nuevamente al castillo de Montiel, el de La Estrella.

                Esta fortaleza, cuya construcción se inició en el siglo IX, contaba entonces con un alcázar y una torre del homenaje, desde donde partía una muralla que protegía la nueva puebla. Un segundo lienzo murado ceñía el antiguo recinto musulmán en líneas generales. Enrique ordenó cercarla levantando una pared de piedra seca. A la par, el maestre de Calatrava partidario suyo se lanzó sobre Carmona en busca del tesoro y de los hijos de Pedro.

                Junto a Pedro se encontraba el caballero Men Rodríguez de Sanabria, que conocía a Du Guesclin por razones de cautiverio. Hablaron ambos, y Men le hizo saber que se le daría Soria, Almazán, Atienza, Monteagudo, Deza y Serón, además de 200.000 doblas de oro castellanas. Declinó tal oferta Du Guesclin, que al contárselo todo a Enrique le concedió aquellas localidades.

                Enrique le dijo a Du Guesclin que citara a Pedro a su posada a través de Men. A Pedro muchos de sus hombres le desertaban, y carecía del agua necesaria en Montiel. Probó fortuna. Al llegar a caballo a la posada, desconfió. Lo acompañaban Fernando de Castro, Diego González de Oviedo y Men Rodríguez de Sanabria. Lo hicieron aguardar los de Enrique, que entró en la penumbra armado, con el bacinete puesto en la cabeza según López de Ayala. Tras reconocerse ambos rivales, pelearon. Pedro murió a sus treinta y cinco años un 23 de marzo de 1369. Más tarde se atribuiría a Du Guesclin la frase “Ni quito ni pongo rey, pero ayudó a mi señor” al intervenir a favor de Enrique en el forcejeo.

                Desde los estudios pioneros de Carmelo Viñas Mey, la muerte de Pedro I en Montiel ha sido considerada decisiva para la Historia de Castilla. Las gentes de las ciudades y los judíos lo siguieron especialmente, según tal historiador, en contra del candidato de la alta nobleza, Enrique de Trastámara, aliado a Francia. Autores posteriores han matizado bastante tal planteamiento, ya que Enrique intentaría acrecentar su poder con la ayuda de los ricos hombres. De todos modos, el duelo de Montiel decidió la Historia de la Castilla bajomedieval. La dinastía de los Trastámara, la de los Reyes Católicos, era entronizada.

                Víctor Manuel Galán Tendero.