MIQUELETS Y SOLDADOS ALREDEDOR DE UNA CIUDAD AMENAZADA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

01.10.2023 12:33

 

                La guerra ha marcado la vida de demasiadas ciudades a lo largo del tiempo. Las de la Europa del siglo XVII padecieron destrucciones, ataques y asedios a manos de fuerzas enemigas. Cambiar de manos era garantía de mayores sufrimientos en numerosas ocasiones. Tortosa fue una de aquellas urbes enfrentadas a un panorama desolador.

                Tras la insurrección de parte de Cataluña contra la autoridad de Felipe IV, Tortosa pasó al bando contrario a la Generalitat en septiembre de 1640. Figuras como la del obispo Juan Bautista Verchi se inclinaron por la causa de Felipe IV. La ciudad, en aquellas condiciones, parecía asegurada, pero no su territorio circundante.

                Las autoridades catalanas contrarias a Felipe IV reconocieron a Luis XIII como conde de Barcelona en enero de 1641. Fuerzas irregulares de miquelets actuaron en áreas tan cercanas a la ciudad de Tortosa como las tierras de la castellanía de Amposta. La Generalitat había decidido asoldar gentes populares como almogávares, que pronto recibieron el nombre de miquelets. Tales fuerzas no estaban en condiciones de tomar la ciudad, pero sí de entorpecer su avituallamiento por tierra desde el reino de Valencia. A finales de mayo de 1641, los abastecimientos de Tortosa sólo alcanzaban para apenas dos meses.

                El virrey de Valencia aprestó a su caballería de la guardia por la línea fronteriza (la raya) con el principado de Cataluña. Como a inicios de junio el convoy de suministros fue protegido por fuerzas montadas, los miquelets evitaron entablar combate por el momento.

                Las autoridades obedientes a Felipe IV, como el obispo, recibieron órdenes de acabar con aquéllos. Mientras tanto, Tortosa se convirtió en una plaza fuerte o presidio con guarnición militar. No pocos de sus soldados procedieron de la vecina Valencia.

                Entre comienzos de abril e inicios de mayo de 1642, fuerzas franco-catalanas intentaron tomar Tortosa. Finalmente, levantaron su asedio, pero su amenaza se mantuvo. Los de Felipe IV temieron en julio de aquel mismo año que conquistaran Ulldecona, lo que comportaría la pérdida de la propia Tortosa.

                Desde el reino de Valencia se movilizaron mayores fuerzas para evitar la entrada del enemigo en territorio propio. Cada cien vecinos debían contribuir con dos soldados para el tercio acantonado en Tortosa, cuyos oficiales serían exentos de guardias de presos, ejecución de deudas, alojamientos y bagajes.

                Más de un soldado sirvió a desgana, en unas condiciones muy poco alentadoras. Algunos que desertaron de tal servicio militar terminaron en partidas de bandoleros, con una vida con grandes similitudes a la de los miquelets contrarios a Felipe IV.

                Fuentes.

                ARCHIVO DE LA CORONA DE ARAGÓN.

                Consejo de Aragón, legajos, 0559, nº 009.