LOS MEJORES PASAJES DE NUESTRA LITERATURA. LA NIÑA Y EL POETA. Por Pedro Montoya García.

26.10.2016 11:22

LOS MEJORES PASAJES DE NUESTRA LITERATURA

2 La niña y el poeta.

La tisis asesina, como otras horribles enfermedades, ha escrito durante siglos muchos epitafios. Infección que se llevó a grandes genios, por ejemplo, a poetas como Bécquer o escritores como Emily Brontë (autora de Cumbres Borrascosas)…; sin embargo, a ella también, desde mi modesta opinión, le debemos los versos más desgarrados y bellos de nuestra lengua;  a la par de sencillos; sin ninguna ornamentación barroca,  y, que por el contrario, dejan mas huella en los sentimientos: pues ella mató a Leonor Izquierdo.

Cuando viajo a Madrid durante el otoño, una vez dejo atrás Minglanilla, el paisaje lo descubro con palabras: «¡Castilla de los páramos sombríos, Castilla de los negros encinares!»; cuando en primavera bajo a la fuente de la Cabezuela, a la sombra de tres inmensos chopos como porteros: «Palacio, buen amigo, ¿está la primavera vistiendo ya las ramas de los chopos del río y los caminos? », y de esta forma muchos y maravillosos ejemplos…

Parafraseando a Oscar Wilde: la naturaleza por donde yo camino imita a Antonio Machado. Los páramos, los chopos, los olmos, las peñas, etc., desde luego ya estaban presentes, pero tras su poesía, además de su belleza transmiten sentimientos: amor,  melancolía, dolor, esperanza de vida, el renacer de Castilla y España… Es gracias a Machado que donde vivo, tenemos un otoño melancólico, un invierno sombrío, una primavera que viste ramas y noches de verano.

Su poema más conocido: “A un olmo seco”, a la esperanza de la recuperación de su mujer Leonor:

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.