LOS CIEN MIL HIJOS DE SAN LUÍS.

07.10.2018 10:28

                La intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis fue determinante en la reposición del absolutismo de Fernando VII. A diferencia de lo que aconteció en 1808, las tropas francesas no encontraron una resistencia tan enconada. Además de preferirse pagar en lugar de vivir sobre el terreno, al modo napoleónico, parte de los españoles los secundaron contra los liberales, entonces considerados un peligro para los tronos de la Europa absolutista. La España de la Constitución de 1812 se había convertido en un ejemplo para muchos que deseaban un cambio.

                Aunque Fernando VII hubiera preferido la intervención militar rusa, las potencias absolutistas se decantaron por la francesa, pues se temía la extensión de la influencia del zar Alejandro I en Europa, especialmente por Austria. Gran Bretaña impuso que los franceses no atacaran a su tutelado Portugal, no prolongaran sus campañas hacia la América española y no permanecieran más de lo debido en territorio español. En tales condiciones, Wellington asesoró la invasión.

                Luis XVIII reinaba según un régimen de carta otorgada, que pretendía ser un compromiso entre el absolutismo más descarnado y el liberalismo moderado. Se había tenido que enfrentar a la remodelación del antiguo ejército napoleónico, muy numeroso para la endeudada Francia y de ideas revolucionarias. La oposición a la misma alimentó el Imperio de los Cien Días, el canto del cisne de Napoleón. Se decantó en consecuencia Luis XVIII por una fuerza menor y profesional, de funcionarios militares, capaz de atraer a la oficialidad a los grupos medios con ansias de ascender socialmente.

                La intervención en España presentaba no pocas dificultades, pero ofrecía la posibilidad de fortalecer la posición de Francia en el concierto de las potencias europeas. Al principio, las unidades francesas se decantaron por desplegarse cautelosamente cerca de la frontera española, bajo el pretexto de tender un cordón sanitario, ya que en 1821 un brote de fiebre amarilla procedente de Cuba había afectado a Barcelona.

                El 23 de enero de 1823 Luis XVIII anunció ante las cámaras que cien mil soldados ayudarían a conservar el trono español a un descendiente de Enrique IV bajo la protección del Dios de San Luis, con una retórica fuertemente religiosa y claras invocaciones historicistas. A 7 de abril se habían reunido grandes cantidades de provisiones gracias a las gestiones del hombre de negocios Gabriel Ouvrad. Bajo el mando del duque de Angulema se dispusieron cuatro cuerpos de operaciones y uno de reserva, cuyo número total osciló de los 90.000 a los 120.000 hombres. En sus filas combatió el príncipe de Saboya Carlos Alberto para hacerse perdonar sus veleidades liberales en el Piamonte de 1821, pero muchos de sus oficiales y soldados eran veteranos de la pasada guerra de 1808-14. El retorno a España tenía para muchos un claro aire de revancha. Se estima que entre 12.500 y 35.000 realistas españoles cooperaron con ellos.

                Los liberales españoles, divididos a la sazón, opusieron otros tres cuerpos de línea y uno de reserva, pero con solo 50.000 hombres. Sobre generales como Ballesteros pesó la acusación de traición. Jefes combativos como Espoz y Mina abandonaron el campo abierto, sin emprender acciones guerrilleras, y se acogieron a las plazas fuertes. Así pues, las tropas francesas lograron adentrarse sin grandes dificultades en territorio español. Las autoridades liberales tuvieron que acogerse a Andalucía, al igual que en la pasada guerra, llevando consigo al veleidoso Fernando VII. Los invasores observaron en esta ocasión una conducta más moderada. Desde Andújar se decretaron varios puntos el 8 de agosto de 1823.

                Sin el permiso de sus comandantes las autoridades españoles no podían apresar a nadie. Los detenidos arbitrariamente, como los milicianos que retornaban a sus hogares, debían ser puestos en libertad. Todo infractor sería detenido, y se vigilaría estrechamente los diarios y sus redactores. Para muchos liberales fue preferible rendirse a los franceses que a los voluntarios realistas.

                A estas unidades se incorporarían varios nobles españoles, caso de José María Fernández de Córdoba, que marchó hasta la asediada plaza de Cádiz. Los caños del fuerte del Trocadero fueron tomados a 6 de septiembre, mientras proseguía el bombardeo de la ciudad. Cayó finalmente y Fernando VII volvió a reinar de forma absoluta. El 1 de octubre Fernando VII salió de la custodia liberal. Se reunió con el duque de Angulema en el Puerto de Santa María y procedió contra los liberales. Sin embargo, no pudo prescindir de las fuerzas francesas, conviniéndose la prolongación de su estancia en España el 30 de junio de 1824. Muchos militares españoles eran de corazón liberal, y la conducta de los voluntarios realistas desagradó habitualmente al gobierno francés, que intentó mantener una actitud menos expeditiva. Aquel año mantuvieron más de 40.000 soldados en España y más de 24.000 en 1827 en Cádiz, Barcelona, San Sebastián, Pamplona, Jaca, Seo de Urgel y Figueras. Sus gastos fueron sufragados por las propias autoridades españolas, que a veces tuvieron que echar mano de los recursos de los pósitos de grano para los años de escasez. El comercio francés aprovechó la oportunidad para fortalecerse. Las fuerzas francesas terminaron de marchar en 1828, cuando Fernando VII también había concitado la enemistad de los absolutistas más recalcitrantes. En 1830 caería el régimen de la Restauración en Francia y Fernando VII moriría en 1833. La conquista de los Cien Mil Hijos de San Luis terminó siendo fugaz.

                Fuentes.

                Archivo Histórico Nacional, Secretaría de Estado y del Despacho de Estado (convenio entre España y Francia de 1824) y Depósito de la Guerra (Colecciones, 84, N. 24).

                Víctor Manuel Galán Tendero.