LICENCIA PARA PIRATEAR. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

12.07.2021 15:25

               

                Los piratas no han disfrutado de buena fama, pese a ciertas fascinaciones, pero cuando gozaban del favor de un monarca se convertían en algo legalmente más respetable, en corsarios que atacaban a los enemigos de aquél.

                Era una manera provechosa de hacer la guerra, que duró bastantes siglos, pues el monarca de turno ahorraba costes y los que iban a llevar el peso de las operaciones podían lograr buenos beneficios, sacando tajada del botín.

                Alfonso V de Aragón estuvo enfrascado en numerosas guerras en el Mediterráneo desde comienzos de su dilatado reinado (1416-58), y necesitó de los corsarios. En tales menesteres le auxiliaron personas como su primo el conde de Luna, que armó una galera en 1419.

                Quien se encargó de patronearla fue el ujier de armas de la casa real mosén Andreu Aguiló, hombre de su confianza y encargado de tales menesteres desde 1415. Debería de dirigirse a Sicilia, donde se discutía la autoridad de Alfonso V por entonces.

                La necesidad de una tripulación adecuada era más que evidente, y el mismo rey se dirigió el 19 de agosto de 1419 desde Barcelona a sus oficiales de aquí y de allí de la mar para facilitar sobremanera las cosas.

                A los que se embarcaran se les daría salvoconducto y seguridades por los excesos y delitos que podían haber cometido, con la excepción de la ruptura de la fidelidad, de la paz y tregua y de la falsificación de moneda. Se incluyó incluso a los que habían combatido y quemado las casas del ciudadano gerundense Bernat Beuda. En tales empresas, se buscaba la participación de tipos combativos.

                Además, se ofreció igualmente salvoconducto a los deudores de cristianos, judíos y musulmanes, y los embargados por crímenes. Sin embargo, se exceptuó a los que tuvieran que pagar censales, violarios o compromisos derivados de comandas. La columna vertebral del sistema financiero de los reinos de Alfonso V no se ponía en cuestión.

                Tales gracias se extendieron a todas las ciudades, villas y lugares de realengo. Los interesados contaban con dos días para ir a Barcelona desde que conocieran la noticia. Urgía hacerse a la mar con gente dispuesta.

                Fuentes.

                ARCHIVO DEL REINO DE VALENCIA.

                Real Cancillería, 393.