LAS MEJORAS AGRONÓMICAS EN EL EGIPTO PTOLEMAICO. Por José Hernández Zúñiga.

04.12.2017 09:04

                

                En el valle del Nilo floreció la civilización egipcia, regida por el Estado faraónico durante muchos siglos con sus momentos de apogeo y de declinación. Conquistado temporalmente por asirios y persas, Alejandro Magno entró en el país en el 332 antes de Jesucristo. A su muerte, tras diversas vicisitudes, se establecería la dinastía ptolemaica, que gobernaría Egipto entre el 305 y el 30 antes de nuestra Era.

                La nueva autoridad de origen griego introdujo importantes mejoras en la agricultura egipcia, consciente de su importancia como fuente de riqueza para el Estado en forma de impuestos. Se confeccionaron tratados de agronomía y se impulsaron obras de drenaje de pantanos, así como de irrigación de áreas desérticas. La verdadera rehabilitación del oasis del Fayum fue posible al empleo de la ingeniosa máquina de rueda dentada y cuerda sin fin, así como al del tornillo sin fin de Arquímedes.

                Al igual que en otros puntos de la cuenca mediterránea, la generalización del empleo del hierro en muchas herramientas agrícolas fue de gran ayuda. El lagar de tornillo sin fin sirvió tanto para la uva como para la aceituna, y permitió una mayor agrupación del viñedo y del olivo.

                Durante el período helenístico se plantaron árboles como el nogal, el manzano, el granado y la higuera, se consiguieron mejorar las semillas de trigo, y se introdujeron los carneros de Milesia y los asnos de Siria.

                La dorea de Apolonio, cercana al Fayum, fue una verdadera propiedad modelo. Bien irrigada por un cuidado sistema de canales, dispuso de una serie de casas de labor, a veces arrendadas. Algunos historiadores la han considerado un dechado de virtudes técnicas. Sin embargo, las reformas sociales brillaron por su ausencia. No se moderaron los tributos bajo el régimen ptolemaico ni se incrementaron las retribuciones laborales por las faenas agrícolas, por lo que los beneficios del crecimiento agrícola se distribuyeron de manera muy desigual y francamente contraria al bienestar de los grupos trabajadores campesinos, algo que repercutiría negativamente en la marcha general de la economía.