LAS FILIPINAS SE DEFIENDEN DESDE EL BRASIL.

07.06.2019 15:36

                La tregua de los Doce Años (1609-21) no evitó que los holandeses prosiguieran sus expediciones fuera de Europa contra los dominios de la Monarquía hispánica. Españoles y portugueses se las tuvieron que ver con ellos en Asia y en el Pacífico. El procurador de Filipinas Martín Castaño y Ayala avisó en varias ocasiones del peligro. Servía en el archipiélago desde 1604 y en 1617-18 insistió sobre el riesgo de ataques y conquistas holandesas. Con la entronización de Felipe IV y el acceso al poder del entonces conde de Olivares, las advertencias y las reclamaciones de mayor mano dura fueron mejor atendidas. Muchos servidores de la Monarquía, desde Italia a las Filipinas, consideraron que era necesario desplegar fuerza militar para enderezar su reputación, pues de perderse envalentonaría más si cabe a los enemigos.

                Aunque Olivares le dispensó una audiencia, le ordenó que pusiera por escrito su petición. Martín se remitió a lo ya redactado durante sus años de servicio e insistió el 4 de noviembre de 1624 en la importancia estratégica de la república o comunidad de Filipinas para el imperio mundial de Felipe IV.

                Temió que los holandeses fueran capaces de ocupar al menos una parte del archipiélago. Entonces, sus armadas se convertirían en las más ricas y poderosas del orbe, con capacidad para atacar Nueva España y Perú, atreviéndose incluso a más. Conservar las Filipinas, pues, era el mayor servicio que se podía hacer al rey, máxime cuando sus vasallos allí se las veían contra fuerzas muy superiores. Una armada como la que saqueó el puerto de El Callao, aun careciendo de la fuerza de la que atacó Brasil, podía resultar fatal.

                Curiosamente, Martín no hizo hincapié en el envío de mayores recursos a las Filipinas, sino en adoptar una estrategia verdaderamente planetaria frente a los holandeses, pues de momento el único remedio verdadero había sido que habían fijado su atención en el dominio de Brasil. En el Consejo de Estado se insistía por entonces en la necesidad de mantener los Países Bajos meridionales para evitar las acometidas enemigas contra Italia y España. Una verdadera estrategia del dominó fue ganando adeptos en la política hispana.

                Muchos navegantes de las Provincias Unidas desistían de navegar hasta las más lejanas Filipinas y como el acceso al Brasil desde sus puertos era el tramo más dificultoso de la singladura, allí debería disponerse una armada de veinte galeones. Si después proseguían costeando, se les podría oponer resistencia por tierra y mar. En todo caso, debería de evitarse que tomaran algún puerto pacífico, en la Mar del Sur.

                Bien consciente del valor de la reputación para mantener el imperio, Martín consideró que si los naturales de muchas tierras veían fuertes a los españoles, los apoyarían con vigor recrecido y así aumentaría la nueva planta de la cristiandad en Filipinas, ya que la guerra contra los holandeses presentaba un claro componente religioso.

                Al año siguiente a su comunicación, Martín decidió enviar a las Filipinas a su hijo de veintitrés años Martín de Ayala y Arévalo, con un coste de más de 600 ducados. Pidió al rey que su gobernador lo tuviera en cuenta y que permitiera acompañar al joven de un criado para la guerra. Fue su particular contribución a esta guerra verdaderamente mundial en la que las Filipinas no se perdieron para el rey de España, a pesar de los muchos aprietos que se padecerían en Brasil.

                Fuentes.

                Archivo General de Indias, Audiencia de Filipinas, 39, N. 32.

                Víctor Manuel Galán Tendero.