LA GUERRA DE LA NAVARRERÍA. Por Carmen Pastor Sirvent.

15.07.2017 11:59

                

                El 22 de julio de 1274 murió Enrique I de Navarra, de la dinastía francesa de Champaña, y dejó como heredera a su hija Juana, menor de edad. Su viuda doña Blanca tuvo que convocar las Cortes del reino. El señor de Cascante Pedro Sánchez de Monteagudo fue designado gobernador del reino. Su figura despertó recelos. Se temió que no respetaría los Fueros navarros y muchos integrantes de las Cortes se confederaron por treinta años para evitar todo quebranto. Cada tres meses se congregarían en Olite para estudiar la situación.

                Navarra no había conquistado los territorios que Castilla y Aragón habían logrado frente a los musulmanes en las décadas anteriores. A comienzos del siglo XIII había perdido sus dominios riojanos y vascos frente a Castilla. Su brillante participación en las Navas de Tolosa y la restauración de las finanzas reales por Sancho VII el Fuerte no evitaron su marginación política peninsular. Tras el fallecimiento sin hijos de aquel rey, la dinastía de los condes de Champaña había entrado a regir Navarra.

                Tanto Aragón como Castilla tenían apetencias sobre el reino. Sus monarcas albergaron la intención de tomar a la joven reina Juana, educarla a su gusto y casarla a su conveniencia. Tenían partidarios cada uno dentro de Navarra. Doña Blanca escapó con su hija a la corte de su primo el rey de Francia Felipe III.

                El gobernador Pedro Sánchez de Monteagudo y muchos nobles fueron partidarios del rey aragonés. Reunió Cortes en Olite y se acordó que la reina Juana se casara con el infante don Alfonso, primogénito de Pedro de Aragón. Los castellanos estaban favorecidos por el caballero de las montañas García Almoravid y Alfonso X mandó al frente de un ejército a su hijo don Fernando de la Cerda. Estas tropas irrumpieron desde Logroño y asediaron infructuosamente Viana, defendida por sus habitantes.

                García Almoravid ganó partidarios para su causa, particularmente en el barrio de la Navarrería de Pamplona, que fue fortificado pese a las advertencias del gobernador Sánchez de Monteagudo. Allí se habían asentado los campesinos de origen vascón.

                Doña Blanca decidió entonces casar a su hija con el primogénito de Felipe III. Como nuevo tutor, el rey de Francia nombró gobernador de Navarra al caballero francés Eustaquio de Beaumarchée o (en los documentos navarros) de Bellamarca. Pese a jurar los Fueros y actuar con energía, los partidos navarros coincidieron en señalarlo como un extranjero.

                García Almoravid ingenió un plan para abatirlo. Se puso de acuerdo con el señor de Vizcaya Diego López de Haro y con el señor de los Cameros Jimeno Ruiz, comandantes de las fuerzas castellanas en ausencia del infante don Fernando (ocupado contra los musulmanes), para que atacaran el reino. Al salir en campaña el gobernador, sería apresado. De camino hacia Estella tuvo conocimiento de lo planeado y se acogió a Pamplona.

                A la muerte de Jaime I, los seguidores del partido aragonés se terminaron de pasar al castellano. El fallecimiento de don Fernando de la Cerda provocó un serio problema sucesorio en Castilla. El infante don Sancho, hijo de Alfonso X, logró imponerse a sus sobrinos, los infantes de la Cerda, protegidos por el rey de Francia, lo que enconó las relaciones con Castilla.

                Estas cuestiones se siguieron con atención en Navarra. El gobernador Eustaquio se hizo fuerte en los barrios pamploneses de San Saturnino y San Nicolás, de población de origen franco. Los de García Almoravid reforzaron a los de la Navarrería y abrieron las hostilidades. Fuerzas castellanas y francesas se dirigieron hacia Pamplona. El antiguo gobernador Sánchez de Monteagudo murió asesinado en el lecho tras expresar su deseo de abandonar la causa. A la reina Juana se le infamó como la Trocada.

                El ejército francés mandado por el conde Roberto de Artois llegó a Pamplona a través de Canfranc con el permiso del rey de Aragón, dada la resistencia opuesta en los pasos del Pirineo navarro. Los de la Navarrería no tuvieron similar asistencia de las fuerzas castellanas, que mayoritariamente no pasaron de Estella. Una parte alcanzó la sierra del Perdón, de la que se retiró al final. García Almoravid y sus seguidores más cercanos escaparon de Pamplona. Los de la Navarrería sufrieron la furia de sus oponentes. Así fue aplastada la contestación a la reina Juana en 1276.