LA FUERZA DEL EGIPTO HELENÍSTICO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

04.01.2021 12:01

               

                A comienzos de la era cristiana, Egipto impresionaba por su cultura y riqueza. Albergaba siete millones y medio de habitantes, si hacemos caso a autores como Diodoro, y era capaz de dispensar al año unos 92.500.000 litros de trigo anuales a Roma, su nueva señora tras la muerte de Cleopatra en el 30 antes de Jesucristo. Según ciertos cálculos, la cosmopolita Alejandría estaba habitada por medio millón de personas y dispensaba suculentos créditos a muchos comerciantes. Su biblioteca, que padeció un deplorable incendio en el -48, había alcanzado una fama legendaria.

                Al país del Nilo, de extraordinaria civilización, habían llegado los conquistadores macedonios en el -332. Uno de los generales del gran Alejandro, Ptolemeo, se convirtió en su monarca en el -323, empleando ante sus gentes el título faraónico. Daba así comienzo el periodo helenístico de la Historia egipcia, con importantes cambios y continuidades.

                La fundación y expansión de Alejandría, en un punto comercial de notable interés, alteró el equilibrio de poder de las urbes de Egipto, pues Menfis y Tebas fueron desplazadas. Desde allí, se atendió a la exploración y a la navegación mercantil, muy en línea con la inquietud del mundo griego, aunque también los antiguos faraones habían demostrado su interés al respecto. Eudoxo de Cícico emprendió en el -118 la ruta marítima hacia la India y a comienzos del siglo I antes de Jesucristo Hípalo ya tenía un buen conocimiento del régimen monzónico.

                La India dispensaba productos muy valiosos y criaturas tan apreciadas para la guerra como sus elefantes, hasta tal punto que los seleúcidas, rivales de los ptolomeos en el Próximo Oriente, les intentaron vedar su consecución. Entonces los egipcios se proveyeron en África y sus setenta y tres elefantes de tal origen derrotaron a los ciento dos asiáticos de sus rivales en la batalla de Rafia del -217. África al Mediodía de Egipto no fue descuidada y hacia el Cuerno del continente se movieron sus comerciantes en busca de oro, incienso, hierro y cinamomo, además de elefantes.

                Los gobernantes de origen greco-macedonio también se preocuparon por introducir novedades agrícolas en el fértil valle del Nilo. Se plantaron nogales, manzanos, granados e higueras. Se mejoraron las semillas de trigo. Se aclimataron los carneros de Milesia y los asnos de Siria. Se drenaron pantanos e irrigaron terrenos áridos. Con la ayuda de la máquina de rueda dentada y cuerda sin fin y del tornillo de Arquímedes se potenció el oasis del Fayum. El lagar de tornillo se aplicó al tratamiento de la uva y de la oliva. No en vano, se escribieron tratados de agronomía de gran interés.

                El Egipto ptolemaico también proyectó su poder exterior, con pretensiones dignas del Imperio Nuevo. En el -301 alcanzó la ribera meridional del río Eleutero, en Siria, disputándose el control de Damasco con los seleúcidas. A diferencia de éstos, no fundaron nuevas ciudades ni pusieron en jaque la autonomía de las ya existentes, como las fenicias. Sin enfrentarse a rebeliones como la posterior de los Macabeos contra el poder seleúcida, pusieron al frente de sus dominios asiáticos a un estratego como gobernador y a un encargado de las rentas. Cleopatra acariciaría, junto a su amante Marco Antonio, la idea de fortalecer el poder egipcio en la región, pero nunca emprendió una política tan osada en lo cultural como la de Herodes el Grande (37-4), verdadero monarca helenístico bajo protección romana que alzó en Jerusalén un hipódromo y un anfiteatro, además de un nuevo templo.

                En el interior egipcio, el poder ptolemaico tampoco alteró la dura condición de los campesinos del país, sometidos a una importante tributación. La característica combinación de autocracia e innovación helenística no dejó de fascinar a sus nuevos dominadores romanos.

                Para saber más.

                Alan Keir Bowman, Egypt After the Pharaons: 332 BC-AD 642. From Alexander to the Arab Conquest, Berkeley, 1996.