LA FIGURA DEL EMPERADOR INCA. Por Esteban Martínez Escrig.

20.03.2017 08:52

                

                El poderoso gobernante del imperio inca recibió el título de sapa inca y su figura ha atraído fuertemente la atención de estudiosos como el polaco Mariusz Ziolkowski o Nigel Davies.

                Se ha supuesto que en los primeros tiempos del imperio el sumo sacerdote, en calidad de representante del Dios Sol, Inti, escogía en el Coricancha al inca, pero a partir de Pachacútec (fallecido en 1471) el sumo sacerdote sería escogido por un emperador elegido entre los parientes del último gobernante por los señores del Cuzco.

                A medida que el dominio inca se extendió territorialmente, los conflictos por la sucesión se hicieron más frecuentes. Los candidatos eran los hijos habidos con la esposa regia o coya, a veces la misma hermana del emperador. Los hermanos se enzarzaron en violentas luchas como la que enfrentó a la llegada de los españoles a Atahualpa (preferido por las tropas del Norte) y Huáscar, el predilecto de los sacerdotes del Bajo Cuzco. La adopción del sucesor como correinante no evitó tales guerras fratricidas, que dieron al traste con el imperio.

                El sapa inca, una vez alcanzado el poder, era considerado hijo del Sol y se le rendía culto como señor del Tahuantinsuyo, el imperio que simbolizaba todo el universo según su pensamiento. Su corona era una banda trenzada de varios colores anudada varias veces alrededor de la cabeza. De la misma colgaba un fleco rojo con borlas con canutillos de oro.

                Sus súbditos tenían que descalzarse y colocarse un peso simbólico en su presencia. Detrás de un velo, generalmente, les daba audiencia. Se le adulaba con profusión y sus objetos eran custodiados en almacenes hasta su muerte, cuando eran quemados para que lo acompañaran en su último viaje. A su fallecimiento, se estrangulaba a sus esposas favoritas y su cuerpo envuelto cuidadosamente se custodiaba en palacio a cargo de sus descendientes.

                Verdadero hombre divinizado, el emperador inca concitó el temor y la reverencia de sus súbditos y el interés de los europeos.