HOLANDESES Y SEFARDÍES EN EL BRASIL PORTUGUÉS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

06.10.2023 16:04

 

                Los dominios portugueses formaron parte de la Monarquía hispana entre 1580 y 1640, coincidiendo con las embestidas navales de las Provincias Unidas. Los holandeses atacaron los intereses de Portugal en Asia, pero no perdieron de vista América. Con la plantación de la caña de azúcar, Brasil se convirtió en una posesión cada vez más rica y codiciada. Sus fértiles tierras indujeron en 1633 a Duarte Ribeiro de Macedo a defender la introducción allí de las especies asiáticas, lo que redundaría en perjuicio de los holandeses. Por otra parte, los puertos de San Salvador de la Bahía de Todos los Santos y de Recife servían para extraer metales preciosos de la española Potosí de contrabando, sin pasar por las formalidades y exigencias del registro.

                En 1624 los holandeses, ya formada su Compañía de las Indias Occidentales, atacaron San Salvador de la Bahía. Inicialmente tuvieron éxito. Desde allí, los holandeses podían acceder al corazón minero de la América española, atacar otras tierras del continente e introducirse con mayor facilidad en el Pacífico, apuntando hacia las Filipinas.

                Los españoles y los portugueses emprendieron una acción conjunta contra los holandeses. Las armadas de ambos se reunieron en Cabo Verde y llegaron a San Salvador de Bahía en la navidad de 1624 sin deplorar inclemencias meteorológicas. El teniente de capitán general de la artillería de la escuadra de la Montaña, Francisco Rodríguez de Bustamante, refirió lo sucedido a Gabriel de Rubalcaba.

                Los holandeses tomaron la artillería de sus quince navíos y se aprestaron a defender sus fuertes. Aprovechando la desprevención del maestre Pedro Osorio, hicieron una incursión victoriosa desde su posición del monasterio de San Benito.

                Ocho nuevos navíos holandeses llegaron para auxiliar a los asediados, pero no consiguieron alzar el cerco. A comienzos de mayo de 1625 se rindió una fuerza de 1.800 holandeses, ingleses y franceses, junto a 500 esclavos negros. Se les permitió conservar sus armas y se les dispensaron cinco urcas de bastimento. Españoles y portugueses se quedaron con siete navíos holandeses en buen estado, y un valioso cargamento de azúcar y metales preciosos. Se apresaron a cincuenta judíos, muchos de origen sefardí, acusados de franquear la entrada a los holandeses.

                La animadversión hacia los judíos en la América ibérica no cedió en los años siguientes. El secretario de la embajada de Génova, Domingo de Urquizu, recibió en la primavera de 1632 una carta por medio del fraile irlandés O´Sullivan, de camino de Inglaterra a Francia. El fray era hombre de confianza, al ser hermano de un capitán que servía a Felipe IV en la base de Dunquerque. Se denunció que el portugués Rafael Pimentel no era otro que el sefardí David Abenkarak, un espía recompensado por los Estados Generales de las Provincias Unidas por informar sobre las codiciadas tierras de Bahía y Pernambuco. En el Brasil, holandeses y sefardíes quisieron ajustar cuentas con la Monarquía hispana, con no poco disgusto de los portugueses.

                Fuentes.

                ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.

                Estado, Legajo 3590, 122.