GRECIA, AL BORDE DEL PRECIPICIO. Por Antonio Parra García.

28.06.2015 16:19

                Quizá sea la crónica de una muerte anunciada, si simplificamos los términos como si de una caricatura se tratara. Las exigencias de los financieros colisionan sin remedio con las necesidades populares. Vistas así las cosas no hay ni habrá terreno para el compromiso, para esa tierra de nadie de la que tantos hablan.

                El gobierno griego ha planteado un referéndum, Grecia ha sido expulsada del Eurogrupo y las primeras colas ante los cajeros evocan imágenes argentinas a la sombra del Olimpo. Las negociaciones parecen lanzarse por la borda de un mar tempestuoso.

                

                ¿Perecerá la Atlántida? El futuro siempre es muy incierto, pero conviene recordar que toda negociación es en el fondo una guerra de nervios en la que vence el más templado. O si se quiere una partida de cartas. A nadie, sin embargo, conviene que Grecia abandone la zona euro.

                El referéndum, punto de escándalo último, se ha convocado por razones de política interna, pues si el gobierno griego acepta sin más las condiciones de la Unión corre el riesgo de vivir un auténtico tormento, el de las protestas de sus antes ilusionados votantes y la ruptura de la coalición que le da apoyo. Se disolvería como un azucarillo.

                Consciente del calado político del problema, el Banco Central Europeo le ha tirado un cable.

                Si todos los cables se rompieran, lo que más perderían serían los griegos de a pie como es bien sabido, pues trocar el euro por el dracma condenaría a Grecia a la inflación más devastadora. El país se vería abocado a una catástrofe.

                

                Que la Unión Europea no podría sufrir sin más, más allá de los problemas derivados del impago. Encajaría una derrota histórica tras varias ampliaciones territoriales, que marcaría el camino a un empequeñecimiento de la propia Unión, quizá reducida a unas dimensiones carolingias.

                Alemanes y franceses tendrían que encararse con unos británicos poco dispuestos a quedarse y con unos rusos con ganas de recuperar poder imperial. Los españoles y otros pueblos mediterráneos quedaríamos en una cuerda floja, entre la exclusión griega y la participación en el núcleo duro europeo.

                Esta engorrosa situación plantea dos problemas de gran calado por debajo de las noticias de última hora. ¿Puede vivir un país a base de ingeniería financiera? Dicho en otras palabras, ¿tienen los griegos dinero suficiente para pagar? ¿Sólo lo pueden conseguir apretándose el cinturón? Promocionar la economía productiva sería muy necesario.

                Por otra parte, ¿puede reposar el orden internacional en piezas a punto de desmoronarse? La intervención de Estados Unidos ha desestabilizado el Oriente Próximo y la Unión Europea no acierta a reducir sus desigualdades territoriales. Quizá sea esta la hora de las instituciones supranacionales para que se ocupen del devenir de los pueblos, los seres humanos que sufren realmente, para los que en teoría se han creado tales instituciones.