GRANEROS ANDALUSÍES. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

26.10.2023 15:47

               

                El almacenamiento de alimentos ha sido una necesidad humana de primer orden desde la adopción de la agricultura: los años de malas cosechas podían ser menos perjudiciales. La acumulación de excedentes, asimismo, también se utilizó para el comercio y conseguir mayores riquezas. Las aristocracias locales gestionaban los almacenes y los engrosaban con los tributos impuestos a sus dependientes. El fortalecimiento del Estado es indisociable de la organización de los almacenes.

                En la península Ibérica, tenemos noticias tempranas de almacenes. Los iberos y los visigodos dispusieron de silos en sus propias casas. Recientemente, se han estudiado almacenes andalusíes. El análisis de los igudar (palabra de la que procede el nombre de la ciudad de Agadir) del Magreb ha sido de gran ayuda. Su razón aparente es que anualmente las tribus congregadas alrededor de un granero llevaban sus ofrendas a los santones protectores, los zawaya.

                Se ha diferenciado por su tipología varios tipos de almacenes: la matmurah, de donde procede el vocablo mazmorra, de la hufra, alargada y profunda para guardar cereales y frutos de corteza, según Ibn Bassal.

                Más allá del uso que pudieron dar a sus almacenes algunas comunidades, también sirvieron para el acopio de los tributos por parte de las autoridades musulmanas. Así se han interpretado los almacenes del castillo de Negra, que aseguraría el pago de los impuestos del valle de Ricote; el granero en Cabezo de Cobertera (en Darrax); y el castillo lorquí de Puentes.  Se han datado generalmente en el periodo almohade.

                El topónimo del codiciado valle de Alhorines, por los que pleitearon Villena y Caudete entre 1590 y 1625, ha sido interpretado en este sentido. Sabemos que Ibn Shuhayd pidió al emir de Valencia Abd al-Aziz una indemnización por una finca de su padre, que había sido ministro de Al-Mansur. El propio Al-Mansur lo había eximido de impuestos y le otorgó una ayuda de 2.000 almudes, la mitad en trigo y la mitad en cebada de los alfolíes cercanos a su finca. Precisamente, cuando Rodrigo Díaz de Vivar atacó la ciudad de Valencia, se aprovisionó en territorio de Villena, donde se habían establecido los graneros califales de las demarcaciones de Valencia y Tudmir.

                En suma, almacenar grano resultó algo de capital importancia para comunidades y autoridades de un vivaz Al-Ándalus.

                Para saber más.

                María Jesús Rubiera, “Los precedentes geopolíticos musulmanes del señorío de Villena”, Congreso de Historia del señorío de Villena, Albacete, 1987, pp. 357-360.