FEDERICO I LUCHA POR LA HEGEMONÍA DE ITALIA.

07.03.2019 16:04

                Las gentes de la Edad Media nunca se olvidaron de la gloria de Roma y los emperadores germanos siempre se consideraron herederos de Constantino y de Teodosio, unos gobernantes cristianos de inmenso poder. La suerte de Italia tampoco les fue indiferente, precisamente, pues a sus riquezas se unía su prestigio entre los pueblos de la Cristiandad. Allí, en la Ciudad Eterna concretamente, la Santa Sede había adquirido un vuelo impensable entre los bizantinos, donde el poder religioso se encontraba sometido al imperial. Los Papas reclamaban su derecho a ostentar la hegemonía del orbe cristiano, algo que con la reforma gregoriana y el movimiento de las Cruzadas se acentuó.

                Los emperadores germanos no se dieron por abatidos e individuos de las energías y ambiciones de Federico I Barbarroja, menos. El poder de los normandos se había hecho peligroso para sus intereses y en octubre de 1154 quiso someter la Sicilia normanda en su expedición a Italia. A su paso, sometió Milán, arrasó Tortona y se ciñó la Corona de Hierro de los lombardos en Pavía el 24 de abril de 1155. Como rey de Italia, se dirigió hacia Roma, donde el Papa Adriano IV era combatido por los partidarios de Arnaldo de Brescia, que no lograron su apoyo. Las relaciones entre el emperador y el Papa tampoco fueron plácidas, pero éste accedió a coronarlo en la basílica de San Pedro. Entonces los romanos se alzaron contra Federico, que reprimió el levantamiento con energía.

                Federico se dirigió a Tívoli en compañía del Papa, con la intención de atacar a los normandos sicilianos, aunque la situación de Alemania se lo impidió. Recibió la embajada del emperador bizantino Manuel I, enemigo igualmente de los normandos. A su regreso a tierras alemanas tuvo que afrontar la hostilidad de Milán.

                Adriano IV llegó entonces a un acuerdo con el normando Guillermo I, al que le otorgó los territorios que reclamaba Federico. Su pretensión de someter el Imperio a la Santa Sede lo encolerizó más y en junio de 1158 retornó a Italia junto a las fuerzas de Enrique el León.

                Al morir en 1159 Adriano IV se disputaron la Santa Sede Alejandro III y Víctor IV. Federico se inclinó finalmente por el segundo en el 1160, por lo que fue excomulgado por Alejandro III. La convocatoria de un concilio, al que acudiría el rey de Francia Luis VII, para resolver el problema no dio los resultados apetecidos.

                Alejandro III se alió con los normandos de Sicilia y Federico tuvo que enfrentarse al mismo tiempo a la hostilidad de los lombardos. En marzo de 1162 tomó y asoló Milán. Su tercera gran expedición, la de 1163, se vio obstaculizada por la oposición que despertaba su política a ambos lados de los Alpes. Trasladó de Milán a Colonia las reliquias de los Reyes Magos y apoyó al Papa Pascual III a la muerte de Víctor IV, considerado anti-Papa por sus adversarios. En sintonía con sus pretensiones, Pascual III canonizó a Carlomagno en otro acto lleno de simbolismo.

                Federico I tuvo noticias que Alejandro III se pensaba coaligar con el emperador bizantino Manuel I y en octubre de 1166 retornó a Italia. Quería que su esposa Beatriz fuera coronada emperatriz. La ciudad de Ancona reconoció la autoridad del bizantino y fue asediada por el alemán, que al ganar a los romanos la batalla de Monte Porzio se dirigió a la Ciudad Eterna a coronar a su esposa. Una epidemia lo obligó a retirarse a tierras germanas.

                En 1174 volvió a Italia, donde se le opuso la Liga Lombarda, con ciudades tan fuertes como Milán y aliados tan valiosos como Venecia y el Imperio bizantino. Por supuesto, Alejandro III bendijo la causa lombarda. En 1175 las fuerzas de la Liga vencieron a Federico I en la batalla de Alessandria y en la de Legnano en 1176. Ante tales derrotas, el emperador no tuvo más  remedio que reconocer a Alejandro III como Sumo Pontífice. La autoridad imperial no fue negada en teoría, pero su hegemonía sobre Italia había padecido un serio varapalo. La fuerza de sus ciudades anunciaba los nuevos tiempos.

                Bibliografía.

                Freed, J., Frederick Barbarossa: The Prince and the Myth, New Haven, 2016.

                Leyser, K. J., Frederick Barbarossa and Hohenstaufen Polity, Universidad de California, 1988.

                Víctor Manuel Galán Tendero.