ESPAÑA Y LA FORMACIÓN DE LA ENTENTE CORDIALE (1898-1907).

07.07.2019 15:35

                La Era del Imperialismo proclamó con altanería que toda potencia que no conquistara descendía a la tumba. En 1898, España era derrotada por los Estados Unidos, en un ambiente internacional dominado por los nacionalismos agresivos. Hoy en día se ha relativizado el alcance del Desastre, pero en su tiempo fue acogido con gran dolor por influyentes sectores de la opinión pública española. El antiguo imperio, el de los corajudos hidalgos, había consumado su decadencia con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La vieja España requería regeneración y reconstruir su maltrecha imagen en el escenario internacional.

                Durante la guerra con Estados Unidos, España se encontró sola, pese a ciertos movimientos diplomáticos. Francia había negociado los prolegómenos de la paz, lo que permitió poner coto a las pérdidas territoriales, pues se pensó que las escuadras estadounidenses se dirigirían contra Canarias y la misma Península. En aquellos momentos de abatimiento, se pensó que lo más recomendable era acercarse a Francia y Gran Bretaña, las principales potencias de Europa Occidental que tanto peso tenían en la vida española.

                El gobierno liberal de Sagasta había intentado acercar posiciones con Gran Bretaña aprovechando el temor a que Gibraltar pudiera ser bombardeado por otra potencia. Londres accedió a las conversaciones, pero exigió que se dejara maniobrar a sus ejércitos en territorio español en tiempos de guerra. Madrid no accedió y la actitud británica frente a Estados Unidos causó una pésima impresión en España. El enfrentamiento franco-británico por el Sudán, la llamada crisis de Faschoda, interrumpió las negociaciones y complicó el asunto. España no podría marchar a una con Gran Bretaña y Francia, lo más deseable para nuestros políticos.

                Los conservadores de Silvela acercaron entonces posiciones con Francia y Alemania. En 1899 acordaron vender a los alemanes las Carolinas, las Palaos y las Marianas en el Pacífico, que también codiciaban los japoneses. Sin embargo, hubo una clara negativa a participar en un bloque antibritánico.

                Gran Bretaña se encontró frente a su propio aislacionismo internacional durante la guerra de los bóers en Sudáfrica, momento que aprovecharon los diplomáticos españoles para sugerir la defensa común del Estrecho frente a terceros. En 1902 Delcassé ofreció a Sagasta participar en el reparto de un Marruecos en descomposición política, prometiéndole el territorio comprendido entre la desembocadura del Muluya y la del Sebú, el Norte ribereño del Mediterráneo. Tal dominio complacía a aquellos que querían rehabilitar a España como potencia imperial, invocando la Historia y la seguridad estratégica. Años más tarde se comprobaría que sus entusiasmos no eran compartidos por gran parte de la población española.

                Aunque tal oferta complació a los políticos españoles del régimen, se volvió a insistir en que se comunicara a Londres para no herir susceptibilidades. En 1904 se alcanzó la Entente Cordiale franco-británico, por la que se otorgaba libertad de acción a los británicos en Egipto a cambio de reconocer la iniciativa francesa en Marruecos, entre otras cosas. Los viejos rivales acercaban posiciones por pragmatismo, en un momento en el que Alemania planteaba exigencias de grandeza.

                El 31 de marzo de 1905, el káiser Guillermo II aparecía en Tánger como el defensor del maltrecho Marruecos, exigiendo su lugar bajo el sol. Se supo que los alemanes pretendían Mogador, lo que en España se consideró una amenaza clara contra las Canarias, donde los intereses británicos eran más que notables. Tanto liberales como conservadores coincidieron en la apreciación del peligro. En mayo de 1905, Alfonso XIII visitaría oficialmente Londres, planteándose que Gran Bretaña respaldara a España ante posibles presiones para ceder sus archipiélagos, desde el golfo de Guinea al Mediterráneo.

                Londres y París acordaron que se celebrara en España una conferencia para desembarazar el conflicto internacional. La reunión internacional tuvo lugar en abril de 1906 en Algeciras y España vio reconocida su zona de influencia en el Norte marroquí. No obstante, los alemanes no dejaron de cortejar a España, ya que pretendían tender una línea telegráfica desde Vigo a Canarias pasando por Marruecos. El proyecto no se llevó a cabo ante el miedo británico a ver amenazadas sus comunicaciones imperiales atlánticas y con la América del Sur. Precisamente, en 1906 Alemania potenció su programa de construcción de nuevos acorazados, que amenazaba con quebrantar la supremacía británica en los mares. Francia también temió por la seguridad de sus puertos.

                En este ambiente se encuadra la visita de Eduardo VII a Cartagena. En los Acuerdos mediterráneos o Declaraciones de Cartagena (16 de mayo de 1907) se acordaron las garantías de seguridad para los archipiélagos españoles y a su calor se impulsarían las medidas de reconstrucción de la armada española, plasmada en la Ley de Organizaciones Marítimas y Construcciones Navales.

                El secretario de Estado británico Grey no quiso convertirlo en un acuerdo tripartito con Francia para no llevarlo al Parlamento, donde tendría que mencionar el espinoso problema de Gibraltar. De todos modos, Maura insistió en que los Acuerdos se hicieran públicos. Una vez alcanzados, Eduardo VII puso rumbo a Gaeta, pensando sumar a Italia a su causa, separándola de Alemania y Austria-Hungría. También se pensó en incorporar a Grecia, algo que no se llevó adelante por temor a la reacción alemana.

                El sistema de la Entente se reforzó. Con la complacencia francesa, Gran Bretaña y Rusia (enfrentadas por el interior de Asia) alcanzaron un acuerdo el 31 de agosto de 1907, al que se sumaría Japón.  A tal sistema se incorporó la España de Alfonso XIII en busca de reconocimiento, aunque posteriormente no entrara en la I Guerra Mundial.

                Bibliografía.

                Julia, Santos, Demasiados retrocesos. España 1898-2008, Madrid, 2019.                             

                Rosas, Enrique, “Las Declaraciones de Cartagena (1907). Significación en la política exterior de España y repercusiones internacionales”, Cuadernos de historia moderna y contemporánea, 2, 1981, pp. 213-230.

                Víctor Manuel Galán Tendero.