EL PODER DEL PERRO, ¿LA AUTÉNTICA NOVELA HISTÓRICA?

26.10.2014 12:57

                A veces suponemos que la novela histórica es cuestión de fantoches medievales o derivados. Se nos acostumbra a insulsos relatos, generalmente mal escritos, que se condimentan con excesivas cantidades de pimienta o erudición barata arrancada de algún manual escolar.

                La maravillosa novela ha dado, da y dará para mucho, pues las grandes novelas se convierten por derecho propio en históricas al reflejar incomparablemente los individuos de una época, sin ahorro de humanidad. La lectura no descubre personajes, sino personas que trascienden su marco temporal para erigirse en arquetipos individuales. Es entonces cuando se produce el milagro del entendimiento de la circunstancia histórica, como bien ha apuntado Víctor Torregrosa Ramírez desde HISTORIARUM. El gran Miguel Ángel Asturias lo logró.

                Don Winslow no le llega ni a la suela del zapato como escritor a don Miguel Ángel, pero su novela El poder del perro tiene varias virtudes. Se digiere con la celeridad de una película de acción con vocación de serie adulta. Como guionista domina muy bien los resortes de la acción y de sus auxiliares, las personas. La contemplación absorta no es para él ni para su más que trepidante universo.

                Que se extiende al Sur de Texas, la frontera de los Estados Unidos pero no de los norteamericanos. Los antropólogos han hablado del área de la Gran Chichimeca, el semillero de pueblos extendido entre el México actual y USA. Tierra de comanches y de comancheros, de aventureros y de misioneros, siempre ha sido propicia a la más terrible de las violencias.

                                    

                Y es la violencia la gran protagonista de la vida pública mexicana y de otros Estados iberoamericanos. El narco-estado muestra sus miserias a través de la brutalidad entre rivales, el asesinato más sórdido, la corrupción y el intento de silenciar toda conciencia crítica. Como en otros puntos, los periodistas están en la diana de sus matones. Winslow apunta como periodista no pocas de estas lacras sociales, y no titubea en denunciar a los gobernantes de Washington de potenciarlas. La guerra contra las drogas no se santifica en sus páginas. Al igual que en el Asia islamista, los estadounidenses se encuentran ante ellos mismos, sufriendo el efecto boomerang.

                Aquí radica el gran interés de El poder del perro, en ser testigo de una realidad terrible que ya forma parte de un capítulo de la Historia, la de la globalización de la economía canallesca, capaz de incluir en la riqueza nacional a la prostitución, la venta de drogas y de armas… Al menos Don Winslow no ha tenido que recluirse como Roberto Saviano. Triste consuelo en un mundo en el que se decapitan periodistas por internet.

                Víctor Manuel Galán Tendero.