EL IMPERIO ESPAÑOL EN AMÉRICA ANTE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

14.07.2022 10:14

               

                La revolución iniciada en la Francia de 1789 conmocionó a todo el mundo, pues imperios y reinos se vieron amenazados por sus ideas. Durante gran parte del siglo XVIII, España había sido aliada de Francia frente a Gran Bretaña, una alianza que trató de preservar al comienzo de la época revolucionaria. Sin embargo, la caída de la monarquía en Francia, en medio de notables enfrentamientos, reorientó las preferencias diplomáticas españolas.

                Los franceses habían secundado la independencia de los Estados Unidos, pero a aquellas alturas de la Historia ya habían perdido la mayor parte de su imperio en América. España había conseguido la Luisiana occidental tras la guerra de los Siete Años, con ciudades de la importancia de Nueva Orleans. Las relaciones de muchos residentes de origen francés con Burdeos hicieron temer lo peor al gobernador de Nueva Orleans en febrero de 1793, que también temió que los franceses establecidos en territorios de los Estados Unidos secundaran un levantamiento. No en vano, el embajador Genêt armó corsarios en Carolina del Sur antes de la declaración de neutralidad de aquéllos, y uno de sus objetivos era Nueva Orleans. 

                La ruptura de hostilidades entre España y Francia parecía alentar tal riesgo, pero las autoridades superiores españolas lo descartaron. Al contar ahora con la alianza británica y holandesa, los mismos residentes de origen francés verían cortados sus vínculos comerciales con las Antillas francesas, donde estaba sucediendo un acontecimiento de amplísimas repercusiones: la insurrección de los esclavos negros de Saint-Domingue.  

                Un levantamiento similar también se temió en las inmediaciones de Nueva Orleans. Además, los esclavos fugitivos o cimarrones podían ocasionar serios problemas. El miedo a las ideas revolucionarias y a sus efectos sociales también llegó a una Cuba en transformación, donde las explotaciones azucareras empleaban un creciente número de esclavos.

                En noviembre de 1794, se creyó en La Habana que una serie de agitaciones habían conmovido México, y que en la ciudad estaba a punto de estallar un motín. Una serie de incidentes, como los machetazos de un esclavo en una escuela de niñas, parecían augurar el estallido, animado por un pasquín atribuido a un “sujeto extravagante”. En este ambiente floreció el miedo a un nuevo Haití y a la intervención de los estadounidenses del lado de los aborrecidos franceses.

                Las autoridades españolas no dejaron de reaccionar con calma. En 1793, se desestimaron las angustias del gobernador de Nueva Orleans, aunque se le mandaran refuerzos militares y se le encareciera detener a los sediciosos y asegurar armas y caudales. Al año siguiente, el capitán general de Cuba, Luisiana y las dos Floridas, don Luis de las Casas, previno de las comunicaciones con los franceses y de sus ideas revolucionarias, pero descartó igualmente el riesgo de una insurrección.

                La guerra con la Francia revolucionaria no desató la revolución en la América española, pero avanzó gran parte de las inquietudes que acompañaron a la posterior Emancipación: sospechas de los denostados franceses, controversias alrededor de las ideas revolucionarias, riesgo de intervención estadounidense, temor a la subversión socio-racial e influencia determinante de la belicosa situación internacional. Comenzaba una nueva era.

                Fuentes.

                ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.

                Secretario de Estado y del Despacho de Guerra, Legajo 6853, 25.