EL ICÓNICO PARÍS MEDIEVAL.

18.04.2019 20:38

                “Paris vaut bien une messe.”

                El desgraciado incendio de Notre Dame ha conmovido a la opinión pública mundial. Con toda la razón. Más allá de su valor religioso, tan singular catedral es un referente de la cultura europea y occidental.

                Se ha fechado el inicio de su construcción en 1163, cuando París se estaba convirtiendo en la capital de una monarquía llamada a ser determinante en la Historia. Emplazada en un importante cruce de vías fluviales, los romanos la convirtieron en una de las ciudades de su Imperio. En el siglo XII que asistió a su revitalización, sus días de abatimiento merovingio pertenecían al pasado.

                París, históricamente, sería la afortunada combinación de cuatro fuerzas determinantes, que se influyeron positivamente entre sí, según David Douglas: la Iglesia, la realeza, la Universidad y el comercio.

                Sus obispos y sus monasterios preservaron la ciudad y parte de su legado romano entre la caída del Imperio romano y los ataques vikingos del siglo IX, cuando la urbe se concentraba esencialmente en la isla de la Cité. El linaje de los Capetos, que de condes pasaron a reyes, la erigieron definitivamente en sede de su monarquía, que con el tiempo se convirtió en una de las más autoritarias y poderosas del continente.

                De todos modos, fue su intensa vida intelectual y su Universidad la que le daría su aire más cosmopolita y prestigioso. Allí acudieron inquietos estudiantes de todos los rincones de la Europa cristiana, con ganas de discutir alrededor de maestros tan polémicos y atrayentes como Pedro Abelardo. Los maestros se organizaron en un sólido gremio y la Universidad estableció su característica ordenación por facultades dotadas de decanos bajo un rector único, que sirvió de referente a otras como la de Oxford. Los estudiantes pobres comenzaron a ser acogidos en colegios. Dominicos y franciscanos, celosos de su autonomía, impartieron allí lecciones de teología. El París de Santo Tomás fue el de Luis IX, San Luis.

                En un centro de estas características, floreció la vida comercial y artesanal. Al igual que en otros puntos de Europa, los gremios organizaron la producción y dieron importantes pautas a la vida social. Los financieros lombardos se sintieron atraídos por París. Los grandes prohombres de la ciudad tuvieron cada vez mayor protagonismo público.

                El equilibrio de estas cuatro grandes fuerzas hizo posible el esplendor parisino del siglo XIII, que se malogró en el XIV, cuando la Monarquía padeció severas derrotas a manos de los reyes de Inglaterra, la Iglesia se vio desgarrada por el cisma, la Universidad se perdió en disquisiciones puntillosas y la polarización social desgarró la vida comunitaria. Aun así, París no dejó de ser una gran urbe llena de futuro, cuyo símbolo más preciado de la Edad Media nunca nos dejará indiferentes.

                Bibliografía.

                Arnold Toynbee (coordinador), Ciudades de destino, Aguilar, Madrid, 1968.

                Víctor Manuel Galán Tendero.