EL HELENISMO, FENÓMENO DE INTERCULTURALIDAD. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

08.04.2024 10:56

               

                Hoy en día se acostumbra a hablar de diálogo entre culturas, con sus oportunidades y sus dificultades. El mundo de la globalización avala esta posibilidad, pero a lo largo de la Historia se han dado estas interacciones. El helenismo o la difusión de la cultura griega en la compleja Asia occidental sería un ejemplo.

                Alejandro el Grande es inevitablemente la figura de referencia del helenismo, el conquistador, el peregrino al santuario de Amón, el alentador de matrimonios entre sus capitanes y nobles persas. Cada vez más distanciado de sus guerreros, fue el creador de un mundo nuevo: sus conquistas excedieron con mucho las mejores expectativas de macedonios y griegos.

                Los griegos conocían desde hacía tiempo Egipto y Asia occidental como viajeros, comerciantes o mercenarios, pero no estuvieron dispuestos a ser uncidos al imperio persa. El relato de Heródoto sobre las guerras médicas es una orgullosa afirmación griega, con especial protagonismo de Atenas. No sabemos cómo hubiera sido un imperio ateniense desde Asia Menor al Indostán, pero sí que podemos calibrar el de Alejandro, un monarca de un reino considerado casi bárbaro y de formación cultural griega.

                Alejandro revitalizó el mito de Ulises, y en la novela helenística se encuentran relatos de viajes donde los dioses intercedían a favor de sus protagonistas. No pocos de sus elementos pasaron a los evangelios canónicos, con mucho de viaje espiritual. El milagro del helenismo fue posible por la admiración hacia lo oriental de los conquistadores. También la tuvieron los romanos por los griegos, y el fenómeno del helenismo se difundió a su modo en Occidente.

                Sin embargo, en el Occidente los romanos afirmaron su forma de ser alrededor de la vida urbana, de la administración y del Derecho. Sus conquistas no fueron fruto de un plan organizado, sino del aprovechamiento de circunstancias históricas concretas. Quizá por esta razón creyeron con firmeza en el Hado, considerándose llamados al destino superior del mando. Su creación fue muy distinta a la de Alejandro y a la de sus sucesores, ya que afirmó más que dialogó.

                Como defensores del catolicismo, los españoles siguieron en América el proceder de los romanos, al igual que los posteriores colonizadores de la era del imperialismo en nombre de la civilización. Sin embargo, las cosas volvieron a ser distintas en Asia. Cuando los misioneros católicos llegaron a la China Ming, encontraron una cultura refinada y sutil. Los jesuitas fueron partidarios de adaptar el catolicismo a sus circunstancias, algo que no gustó a otras órdenes religiosas rivales. La polémica de los ritos chinos concluyó en contra de las tesis de los jesuitas y la China de la segunda mitad del siglo XVIII afirmó su desdén por lo extranjero.

                Posteriormente, los occidentales dominaron amplios territorios del Asia oriental, pero los asiáticos no se mostraron sumisos. Los japoneses pusieron los avances occidentales al servicio de su cultura y de su poder, algo que con el tiempo también hicieron los chinos y otros. Actualmente, una parte de Asia reclama su primacía en el mundo, cuya occidentalización no impugna otras muestras de cultura. Aunque no tengamos nuestro Alejandro Magno, el “helenismo” del presente se nos desvela tan rico como el del pasado e igualmente trascendente para nuestro futuro.