EL DELICIOSO ESCUDO DE MINERVA. Por Víctor Hernández Ochando

13.08.2014 11:24

    En la Antigua Roma, los grandes banquetes en los que predominaba la lujuria y la rareza de los alimentos eran una manera de hacerse ver dentro de la sociedad, donde la gente de más poder exhibía su buen gusto y riqueza e intentaba impresionar a cualquier persona, desde el Emperador hasta un simple liberto con platos que quizá no fuesen exquisitos pero sí únicos.

    Estos banquetes se celebraban en amplios salones que estaban repletos de decoración, músicos, bailarines y sobre todo una gran cocina en la que se preparaban las obras de artes. En las degustaciones más pequeñas se usaba el triclinium, una sala con tres lechos, en torno a una mesa de la que todos se servían. Los comensales se recostaban sobre el brazo izquierdo y comían con los pies descalzos. Utilizar los dedos y eructar estaba bien visto.

     El alimento lujoso era principalmente carne que los grandes señores mandaban traer de tierras lejanas, en ocasiones solo se buscaban una zona en concreto del animal, como por ejemplo la lengua de flamenco. El escritor Plinio dijo: “Apicio, el mayor tragón de todos los derrochadores, ha enseñado que la lengua de flamenco es de un sabor excelente” (Plinio NH X 133). Tras el hallazgo de Apicio, tuvo un gran éxito y se servía en casi todas las cenas.

    Otras excentridades servidas fueron las pezuñas de camello, cigüeñas, que en principio estaban prohibidas, lenguas de pavo y ruiseñor, que podían librar de la peste, sesos de avestruz o un plato hecho de aves que imitaban el lenguaje humano. También servían platos corrientes, pero los ponían en bandejas de plata u oro para dar una sensación de excepcionalidad.

    Hubo un emperador, Vitelio, que tenía mucha afición a ejecutar gente a lo loco y de celebrar grandes fiestas donde había comida sin fin. Comía tres o cuatro veces al día porque estaba acostumbrado a vomitar para seguir comiendo mediante la ayuda de una pluma de pavo real y después se enjuagaba con vino. Se dice que el banquete más famoso que preparó fue en honor a su hermano, en éste se prepararon dos mil peces y siete mil aves.  Pero el plato principal fue el denominado “Escudo de Minerva”. Este plato era digno de un Emperador debido a los ingredientes que lo componían: hígados de escaro, un pez bastante raro y apreciado, sesos de faisán y de pavo real, lenguas de flamenco y huevas de morena. Para ello desplegó por todo el Mediterráneo, desde Irán hasta España, a su flota en busca de los ingredientes. Además, se tuvo que crear una gran bandeja de plata de mil sestercios para un plato de tal calidad. Plinio escribió que se construyó un horno al aire libre para hacerla.

    Los romanos tiraban la casa por la ventana a la hora de invitar a cenar en esta grandes reuniones de sibaritas en las que no faltaba de nada con tal de dar la talla ante los invitados.

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"Triclinio - Museo de Zaragoza" by ANA BELÉN CANTERO PAZ - FlickrTriclinio. Licensed under CC BY 2.0 via Wikimedia Commons.