EL EJÉRCITO TERRESTRE DE ATENAS. Por Antoni Llopis Clemente.

07.04.2015 00:50

                

                Los griegos se organizaron entre los siglos VII y IV antes de Jesucristo en ciudades-Estado preferentemente, sosteniendo relaciones poco cordiales entre sí con excesiva frecuencia. Cada ciudad alzó su propio ejército, dispuesto a no dejarse vencer por sus rivales.

                Los espartanos han gozado de una reconocida fama de guerreros, pero otros griegos no les fueron a la zaga, como los atenienses, que también se tomaron muy en serio sus responsabilidades militares.

                El régimen democrático fortaleció tal compromiso. La Asamblea Popular nombraba los principales comandantes militares, como los estrategos responsables de una fuerza de campaña, y todo ciudadano tenía que corresponder con su servicio en el ejército. Los atenienses engrosaron tanto las fuerzas navales como las terrestres, de las que nos ocupamos en este caso.

                Se registró a todos los varones en edad militar, de 18 a 60 años. Antes de convocarlos se estimaba la gravedad de la campaña a emprender, llamándose a filas por sorteo al número adecuado. Sólo en momentos de grave urgencia se recurrió a la movilización general. A los mozos de 18 a 20 años se les destinó a defender el territorio del Ática, sin salir en campaña al exterior.

                                        

                La ciudadanía ateniense, por ende, se asociaba con el servicio militar y los varones debían prepararse con ejercicios gimnásticos y adiestrarse convenientemente con armas sufragadas por ellos mismos según su capacidad económica, diferenciándose militarmente los ricos de los modestos.

                La infantería pesada de los hoplitas componía el núcleo de su ejército terrestre, formado por infantes provistos de yelmos metálicos con visera, corazas, grebas de metal, un gran escudo circular, una espada corta y otra larga y una pica. Cada infante podía disponer de la ayuda de una especie de escudero o auxiliar, generalmente un esclavo suyo, para el transporte del equipo militar o panoplia y para disponerse para el combate.

                Los hoplitas observaron una rígida disciplina, estructurándose convenientemente en unidades que articulaban su formación. En total formaron diez hileras de unos mil guerreros cada una, regidas respectivamente por un taxiarco elegido por la Asamblea. Las hileras se dividían a su vez en compañías de unos 300 infantes con un capitán al frente, subdivididas en grupos de diez o décadas con un decadarco a su mando.

                El núcleo central de los hoplitas se complementó con tropas de infantería ligera, que se organizaron según las conveniencias de la campaña. Los peltastas iban armados con escudos de mimbre al estilo asiático, dos jabalinas y una espada. Los honderos y arqueros gimnetes generalmente fueron esclavos o forasteros de origen escita o tracio que actuaron en las alas de la formación para desestabilizar la contraria antes del choque de la infantería pesada.

                                            

                La formación militar se completó con cornetas que pautaran el paso y los movimientos, médicos, sacerdotes y adivinos que pudieran ofrecer luz sobre el desenlace de la campaña querido por los dioses.

                Los infantes dispusieron del auxilio de las tropas de caballería, desembarazándose los atenienses de la democracia de las formaciones de carros propias de la época micénica. Generalmente el ejército ateniense alineó dos grandes cuerpos de caballería, mandados por dos hiparcos cada uno. El cuerpo se estructuró en diez escuadrones con dos filarcas a su frente, subdivididos también décadas con su decadarco. En la caballería pesada los rocines se protegieron con piezas defensivas para la testuz y el vientre. No desdeñaron los atenienses las utilidades de la caballería ligera.

                En todo momento las fuerzas armadas ciudadanas resultaron clave para comprender la evolución política de Atenas.