EL BIZANTINO IMPERIO ESPAÑOL FRENTE A LOS ESTADOS UNIDOS (1795). Por Víctor Manuel Galán Tendero.

22.10.2015 06:37

                En el reinado de Carlos IV la América española se encontraba mejor poblada y organizada que la de Carlos I, pero carecía de sus energías e iniciativa. Desde Madrid se contempló con temor la aparición de la Unión anglo-americana, capaz de amenazar la posición española en el golfo de México. El comienzo de la Revolución en Francia privó a España de su principal aliado frente a Gran Bretaña, especialmente activa tras la pérdida de las Trece Colonias.

                

                Esta España que se mostraba agotada frente a fuerzas más dinámicas recordaba al imperio bizantino de los siglos XII al XV, lleno de sabiduría que se mostraba incapaz de aplicar.

                Los españoles sabían que en lugares como San Luis los estadounidenses habían desplegado agentes desde 1788 a 1795 para alentar sus proyectos de expansión comercial y territorial en la cuenca del Mississippi. Los agentes repartían, según las autoridades españolas, dádivas entre los pueblos amerindios, como los bravos comanches, para concitarse su voluntad e incitar su odio contra los españoles. Se pensaba que todos aquellos podían llegar a alinear unos quince mil guerreros, que asolarían una frontera poco poblada y deficientemente protegida. Esta masa de maniobra amerindia sería la vanguardia de un ataque procedente de la Unión, cuyos colonos de sus territorios occidentales cada vez eran más numerosos, una circunstancia que no compartían los territorios bajo dominio formal español.

            

                Las dos Floridas también atraían las apetencias de los Estados Unidos, cuyo territorio las cercaba. Desde la Unión se alentaba, según los españoles, la piratería, el contrabando y la sedición política por el golfo de México.

                Entre 1793 y 1795 España libró una desafortunada guerra contra la Convención francesa y ocasionalmente fue aliada de su vieja oponente del siglo XVIII, Gran Bretaña. En este período se pensó en asociarla a la defensa de las Floridas, pues en caso que cayera en manos de la Unión las posesiones y los intereses británicos se verían amenazados. En cierta medida los españoles jugaron con la hostilidad que terminó estallando entre el Reino Unido y Estados Unidos en 1812.

                España no se encontraba en su mejor momento y ante el temor a una insurrección generalizada de la población negra de sus dominios, como sucedía en Haití, se planteó la cesión de Santo Domingo a Francia como mal menor, además de para recuperar territorios peninsulares perdidos ante la Convención. Los franceses al fin y al cabo disponían de fuerzas más jóvenes y vigorosas, según el criterio de nuestras autoridades.

                En este tiempo surgen como medidas positivas el movimiento de tropas regulares a la frontera de las Provincias Internas, a San Antonio de Béjar por ejemplo, y la habilitación de nuevos puertos para el comercio autorizado para calmar la avalancha de descontento hispanoamericano y presión estadounidense. En 1802 se terminó cediendo la extensa Luisiana a Napoleón, que acabaría vendiéndola a los Estados Unidos. Godoy lo justificaría en sus Memorias sosteniendo que así creaba un escudo contra la Unión e interesaba a Francia en la defensa americana. Realmente lo único que se demostró fue el estado bizantino del imperio español en vísperas de la Emancipación.