EL ARZOBISPO DE COLONIA DECIDE GUERREAR JUNTO A LUIS XIV. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

02.07.2018 11:51

                El arzobispado de Colonia se enclavaba en un área estratégica, la renana, para las grandes potencias europeas de la Edad Moderna. No obstante, logró capear mejor que otras ciudades alemanas el temporal de la guerra de los Treinta Años gracias a la actitud despierta de sus dirigentes. En 1636 los legados cardenalicios la escogieron para emprender conversaciones de paz, que entonces no condujeron a buen puerto.

                Al declinar el poder español en Europa, Francia y Austria quisieron gozar de influencia en el arzobispado. En 1688, con gran contrariedad de Luis XIV, fue elegido arzobispo con la ayuda de Inocencio XI, ante la división del cabildo, José Clemente de Baviera. Hijo del elector bávaro, logró a corta edad el obispado de Ratisbona, que conservó cuando accedió al arzobispado colonés. En 1694 también ocupó la sede de Lieja.

                Aunque su acceso había inclinado a Luis XIV a emprender hostilidades en el Sacro Imperio, José Clemente se puso de su lado al acceder al trono español Felipe V. la diplomacia francesa supo moverse con soltura. En sus tratos, Luis XIV dijo querer prevenir las empresas contrarias a la quietud de los Estados del rey de España, y mantener la tranquilidad de Europa. Concertaba, por ello, alianzas con los que consideraba príncipes bien intencionados. El más capaz en el Imperio era el arzobispo de Colonia, tío de Felipe V, según el Rey Sol.

                El 13 de febrero de 1701, los negociadores consiguieron que  se estipularan varios puntos en firme. El arzobispo elector de Colonia defendería lo acordado en anteriores tratados en la Dieta imperial, no entraría en ninguna alianza contraria, no permitiría levas de fuerzas contrarias en sus estados de Colonia y Lieja, y asistiría a su aliado francés. Luis XIV se ofrecía a compensar sus pérdidas, y se invitaría al rey de España a entrar en una alianza que duraría diez años.

                Siguiendo usos de la diplomacia de su tiempo (y de otros), secretamente el elector de Colonia se obligó a no permitir el paso de tropas contrarias, a unir sus fuerzas con las del rey francés y a no hacer ninguna paz separada. En la Dieta debía impedir que se votara una declaración de guerra a Francia o España, y en caso favorable debería de estar en contra de otros enemigos de fuera del Imperio, interviniendo con toda la sutileza.

                El arzobispo alzaría un ejército de 4.000 infantes y 1.000 jinetes con un coste de 110.000 escudos, incluyendo los dispendios de la leva. Una vez cobrado el dinero francés, tendría un plazo de dos a tres meses para levantarlo. Luis XIV le pagaría al mes unos 25.000 escudos desde el día de la ratificación del tratado. Como de Colonia y Lieja se decía que eran países entre potencias enemigas que podían conocer la ruina de la guerra, el elector se ponía bajo la protección de Luis XIV y Felipe V, sin imponer exacciones ni forrajes.

                Al final, la intención era componer un cuerpo de 10.000 hombres, cuya manutención recibiría asistencia económica. El elector daría paso y alojaría a las tropas de los dos monarcas con cama, lumbre y luz. Dispondría de almacenes con todo lo necesario, a precios justos que deberían de ser pagados, para mantener disciplina de las tropas. El elector recibiría también parte de las contribuciones de la otra parte del Rin, que Luis XIV podía anticipar para los citados almacenes y las fortificaciones.

                Si la guerra concluyera pronto, el elector podía verse sin medios para defenderse de sus enemigos. Entonces Luis XIV le entregaría anualmente 50.000 escudos hasta los diez años primigeniamente estipulados en el tratado, al que Felipe V se adhirió el 20 de marzo de 1701.

                En virtud de ello, el arzobispo estacionó fuerzas francesas y españolas bajo el nombre de tropas del círculo de Borgoña, con la contrariedad del emperador. Como el cabildo catedralicio protestó, tuvo que sostener que su posición era neutral, lo que explica la abundancia de razones esgrimidas en la formulación del tratado.

                Se rompieron las hostilidades, y los holandeses avanzaron hacia sus dominios en 1702. El arzobispo concentró más de 5.000 soldados en Bonn, pero los aliados tomaron Lieja y varias plazas del electorado. Marchó entonces el arzobispo a los Países Bajos, y el emperador entregó el regimiento del arzobispado al gran preboste y al deán del cabildo. El rey de Prusia y el elector palatino dispusieron tropas en sus plazas.

                Desterrado del Imperio en 1707, fue reintegrado en su sede en 1714. La retirada de los holandeses resultó problemática. Su aventura también costó cara a las gentes de Colonia y del resto de sus dominios.