EL ALBA DE LA EXPANSIÓN ISLÁMICA POR EL ÁFRICA NEGRA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

18.05.2014 12:10

    La opinión pública internacional se ha visto conmocionada por el secuestro de las niñas nigerianas por el grupo islamista Boko Haram. Tal crueldad se enmarca con todo su dramatismo en una pugna con una larga historia a cuestas, la de la expansión musulmana por áreas del África Subsahariana. El movimiento de los almorávides, que tanta importancia tuvo en el pasado hispánico, la impulsó especialmente.

    No todas las poblaciones bereberes aceptaron inicialmente el Islam, emprendiendo algunas la marcha hacia el interior del Sahara y el Sudán o país de los negros. De estas gentes emergieron los Sinhadjas, una confederación de tribus tuaregs establecidas en el Adrar. Con el tiempo se trasladaron al río Senegal, al que dieron su nombre.

    Poco a poco el Islam los fue ganando a su causa. La creciente "bereberización" de la cultura musulmana se hizo patente con el jariyismo o reivindicación de la pureza religiosa de los bereberes ante los arrogantes árabes. Gozó de gran popularidad en Siyilmassa, Tremecen o Tiaret, en las rutas caravaneras saharianas. Precisamente el desarrollo de nuevas rutas comerciales desde la segunda mitad del siglo IX a través del Sahara occidental vivificó la antiquísima ruta de los Garamantes de la que ya hablara Heródoto. Respondió al abandono de la ruta directa entre el Sudán y Egipto por razones muy probablemente climáticas.

    Los Sinhadja llevaron una vida itinerante, trazando su caminar los pozos que anualmente ganaban en profundidad en el borde del mundo negro. Fue de gran ayuda en su nomadismo el dromedario, introducido en tiempos de los Ptolomeos y generalizado a partir de los cambios climáticos apuntados. Se ingenió una silla antepuesta a su giba, que permitió abaratar el coste del transporte caravanero.

    Hacia el 977 el viajero Ibn Hawqal consignó que "el rey de Ghana es el rey más rico de la tierra". Ghana se forjó en la terminal meridional de las rutas comentadas. Fundó su prosperidad en el intercambio de mijo, esclavos y oro procedente de Bambuk (Guinea) a cambio de la sal de Idjil y Teghaza aportada por los comerciantes musulmanes.

    A comienzos del siglo IX los nómadas arrebataron Audoghast, a dos meses de camino de Siyilmassa y de 5 a 12 días de Ghana, a los negros soninkés ghaneses. El monarca de Audoghast fue reconocido un siglo después por muchas tribus bereberes y por 23 reyes negros tributarios. En el 990 el soberano de Ghana conquistó Audoghast.

    Mientras el Islam caló en las tribus de los Sinhadjas, especialmente en los Gudala. De esta última era Yahya ibn Ibrahim, iniciador del movimiento almorávide. Junto con sus seguidores se retiró a una isla del río Senegal, donde fundó un ribat en el que los fieles se consagraron a la vida religiosa y a la lucha contra los no musulmanes, procediendo de aquí su nombre de al-murabitum. Con decisión ganaron en fuerza y no sin fuertes tensiones internas perfeccionaron su organización: Yahya terminó ejecutado y suplantado en la jefatura por juristas conservadores malikíes como Abd Allah ibn Yasin. Las razzias de los guerreros se autorizaron en nombre de la yihad.

    Emprendieron hacia el Sur fuertes campañas. En el 1054 tomaron con violencia Audoghast. Pese a todo el rey de Ghana les permitió erigir un barrio en su capital, pero una vez instalados se trocaron de comerciantes en conquistadores (muy al estilo asirio) al encontrar intolerable estar sometidos a un infiel. Tomaron la capital del reino en 1076. Algunos especialistas como Pierre Bertaux han sostenido que la reunión de sus innumerables bestias de carga alrededor de los pozos desertizó una tierra cultivada hasta entonces. Quizá sea una exageración, aunque muestra que los contactos entre gentes de distinto credo han estado marcados con excesiva frecuencia por el fanatismo más cruel, un mal del que no escapamos en el siglo XXI.