DEL CARRO DE GUERRA A LA INFANTERÍA GRIEGA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

04.01.2016 13:05

                Los micénicos alinearon en los campos de batalla unidades de infantería, pero sus carros de combate consiguieron una notable fama. Al igual que en otros Estados de la Antigüedad, las fuerzas de carros dependieron al comienzo directamente de la autoridad central, del palacio, que tenía el compromiso inexcusable de su dotación.

                

                A cada unidad de carros se le dotaba de dos caballos y de dos piezas de coraza por término medio. Sus conductores eran guerreros duchos, capaces de superar las dificultades del terreno. A diferencia de los soldados de infantería, los conductores de carros de combate eran guerreros altamente especializados, vinculados a los gobernantes por lazos de fidelidad no siempre fáciles de precisar. La presencia de carros en las tumbas aristocráticas atestigua el prestigio de tal actividad en la sociedad micénica.

                El estudio de los poemas homéricos ha permitido apreciar una importante evolución. A diferencia de los conductores de carros hititas que comenzaban la campaña jurando fidelidad unilateral a su soberano, los de tiempos de la guerra de Troya intercambiaban juramentos con el suyo. Tal era el pacto de philotes, circunscrito a una campaña concreta. En caso de incumplimiento por una de las dos partes, permitía retirarse de las operaciones al estilo de Aquiles. En estas circunstancias, el palacio perdió fuerza frente a la aristocracia militar.

                

                La descomposición de los reinos micénicos supuso que las dotaciones de los carros corrieran a cargo de aquellos aristócratas. En este momento los carros dejan de formar como escuadrones de choque al estilo de los hititas para reducirse a un elemento de prestigio, el de trasladar al campo de batalla a los campeones más reconocidos, que desmontan para luchar.

                Los ejércitos de los tiempos posteriores a la era micénica dispusieron entonces de un núcleo de combatientes de infantería altamente especializado, que se identificaba con el dios Ares. Su condición aristocrática estuvo fuera de toda duda dentro de la polis arcaica.

                Precisamente el desarrollo político y social de la polis determinó importantes alteraciones en las fuerzas armadas de los griegos a partir del siglo VII antes de Jesucristo. La justicia ciudadana comenzó a sobreponerse a las venganzas familiares tan asociadas a la aristocracia y todos los ciudadanos tuvieron el derecho y el deber de participar en la defensa de su polis. Aparecieron entonces las fuerzas de infantería de los hoplitas, verdaderos murallones de acero erizados de largas picas cuyo propósito era hacer entrar en razón a sus rivales vecinos, sin llegar a los excesos del exterminio aniquilador. A su manera la guerra ciudadana de los hoplitas pretendía hacer cumplir la justicia.