DE LA ORDEN DEL TEMPLE A LA DE MONTESA. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

18.08.2014 17:21

 

                El 3 de octubre de 1307 el inquisidor apostólico de Francia procedió al apresamiento de los templarios del reino. Los venerados caballeros defensores de los Santos Lugares se habían convertido en objeto de denigración, siendo acusados de abjurar y de incurrir en la sodomía. Detrás de los cargos se encontraba Felipe IV de Francia, deseoso de reforzar su poder frente a una Orden con fama de rica y ya desalojada de Ultramar por los musulmanes.

                Para acabar con el Temple el monarca francés necesitaba la colaboración de los otros reyes de la Cristiandad, que recibieron sus misivas a partir del 16 de octubre. El primero de diciembre Jaime II de Aragón conoció lo sucedido en Valencia, y el día tres ordenó la detención de los templarios de sus dominios y la confiscación de sus bienes.

                Los templarios de la Corona aragonesa no se dejaron atrapar como los de Francia. Se encastillaron en sus dominios de las sierras de Cantavieja o en los de las veguerías de Vic, Berga o Ripoll prestos a ofrecer dura resistencia.

                De poco sirvió que se les ordenara acudir al Convento de Predicadores de Valencia a dar explicaciones. Concejos de su señorío como el de Peñíscola fueron amenazados por el inquisidor general del rey de Aragón para que no les prestaran ayuda. El horizonte de la resistencia era preferible al de la entrega tras “confirmarse” el 5 de julio de 1308 las acusaciones ante Felipe IV. En el encastillado Miravet protagonizaron una decidida oposición.

                Jaime II tuvo que emplear sus recursos militares y diplomáticos. Su veguer logró la capitulación del castillo de Puig-reig. Contra las plazas fuertes del reino aragonés movilizó a las tropas comandadas por los sobrejunteros de Zaragoza, Huesca y Jaca. El gobernador de Aragón Artal de Luna no entró con facilidad en la poderosa Monzón.

                El 10 de abril de 1310 el Pontificado, muy subordinado a Felipe IV, ordenó la disolución de la Orden en el Concilio de Vienne. La posición fronteriza de Portugal, Castilla y Aragón ante el Islam aconsejó que los bienes del extinto Temple pasaran a otras Órdenes Militares. La de Santiago y la de Calatrava se los repartieron en tierras castellanas por voluntad real.

                El 17 de julio de 1317, bajo la aquiescencia de Jaime II, se creó la Orden de Calatrava en el castillo de Montesa, encargada de proteger Valencia y dotada en consecuencia con los bienes de los templarios en el reino. Los hospitalarios, rivales tradicionales de los templarios, lo aceptaron a cambio de quedarse con los dominios de la disuelta Orden en Aragón y Cataluña. De esta manera surgió una Orden Militar, la de Montesa, llamada a tener un gran protagonismo en la Valencia de los siglos XIV al XVIII.