CUENTO DE LUNA. Por Ángela Dalmau Moreno.

14.05.2017 12:57

                

                Érase una vez que la luna triste estaba

enamorada del sol, en la oscuridad soñaba.

Imploró a los Dioses que un don le otorgara,

pensó que con la belleza el sol se deslumbrara.

Pero éste con su gallardía a la luna la ignoraba.

La luna sollozaba, la luna imploraba,

la luna envidiaba la frescura de la tierra azulada.

El sol, enamorado de la tierra estaba

y la irradiaba con sus fuertes brazos para amarla.

La luna recelosa, a una pitonisa informaba,

quería una pócima para matar a la tierra irisada.

                La pitonisa a los Dioses odiaba.

¡Qué venganza tan placentera por su sangre manaba!

En la gran chimenea una olla se centraba.

Conjuros y sacrificios, maldiciones, ingredientes de ajos

de un cucharón saboreaba.

Para culminar el rito, lágrima de luna caldeaba la sustancia.

La cocina a oscuras estaba

y el rostro de la pitonisa la llamarada del fogón iluminaba,

ojos reflejados, la muerte de la tierra ya condenada.

                Llegó las doce de oscuridad

y el brebaje concluido está.

La pitonisa con gran entusiasmo,

de su garganta una carcajada se le escapaba.

                PITONISA- ¡He aquí tu pócima, luna desesperada!

Hazte amiga de ella y ofreciéndole licor de los Dioses

la joven se lo tomará con mucha gana,

pues desconocerá el veneno que la botella guarda.

                ¡Qué contenta va la luna!

¡Qué felicidad irradiaba!

Lleva la muerte en sus ojos,

la muerte de la tierra irisada.

Paraíso de Dioses,

hermosos jardines germinados de flores.

Pajarillos, mariposas y libélulas revolotean alrededor de la hierba

y allí se ve la tierra,

sentada bajo un sauce llorón

protegida de la brisa que se levantó.

                Acercándose a la tierra

la luna estaba,

de sus labios una sonrisa le otorgaba,

y con voz pausada le comunicaba:

                LUNA- ¿Cómo estás tierra solitaria?

No veo a tu hermoso galán rondando tu falda.

                TIERRA- Ha ido a buscar una rosa blanca,

que es la flor de la que estoy enamorada.

                LUNA- Te importa que me siente a tu lado tierra irisada,

me encuentro muy sola, aburrida y desamparada.

No tengo con quien compartir este delicioso licor

que me regaló el Dios del amor.

¡Vaya idea me ha venido a la cabeza!

Podríamos brindar con este suave licor

la unión de dos hermosos jóvenes

enlazados por una bella flor.

                La tierra, emocionada, le ofreció su amistad

y con gran entusiasmo accedió a tomar

aquel delicioso manjar.

El destino ya estaba escrito,

la tierra absorbió de aquel brebaje

y cayó desplomada como una flor marchita,

quedando casi sin vida.

                TIERRA- ¿Qué me has hecho luna?

¿Por qué tu falsa amistad me roba la vida?

                LUNA- Porque tú tierra irisada me has quitado lo que más quería,

y juré por los Dioses que la vida te arrancaría.

                Estas fueron las últimas palabras que la tierra escuchaba

y de un pequeño suspiro la vida la dejaba.

La luna observaba,

contemplaba su obra maestra,

una pequeña sonrisa se descubría en su mirada.

Luna oyó unos gritos,

era el sol que llamaba a su amada.

Sigilosamente la luna desapareció.

                El sol llegó donde se encontraba su amada

y creyendo que dormía plácidamente

un beso de sus labios se le escapaba.

Pasaba el tiempo y aquel frágil cuerpo

daba señal de enfriamiento.

Un mal presagio cruzó por su alma.

Intentó despertarla, pero ella no reaccionaba.

Cual crujido dolor el corazón del joven se partió en dos.

                La luna contempló la escena,

subida al sauce llorón,

como una hábil serpiente

se deslizó y apareció de repente ante los sollozos del sol.

                LUNA- He oído tu llanto y el corazón me conmovió.

¿Qué le sucede a mi amado que tiene tanto dolor?

                SOL- Lloro por una gran pérdida,

parte de mi corazón enloqueció.

Lloro por una muchacha que murió esperando una flor.

                LUNA- Dame esa flor, yo la aceptaré con todo mi amor.

                SOL- ¡Qué dices! ¡Insensata!

En mi corazón no hay lugar para la traición.

                LUNA- No comprendo que quieres decirme,

te ofrezco mi amor, no mi traición.

                SOL- Si por desgracia o por virtud los Dioses me donaron un don.

A través de tus ojos puedo ver lo que sucedió.

¡Qué lástima me das luna!

De este mundo no te irás sin pagar tu traición.

                La luna sollozando echó a correr,

todo lo que hizo, lo hizo por él.

Su dolor era tan grande

la vergüenza también,

ocultaba su rostro tras su velo de hiel.

Corría despavorida sin mirar por doquier

cayendo por el acantilado su vida perdió también.

Marejadas y remolinos provoca la mar

con mucho atino Neptuno a las profundidades la va a llevar.

                A través del oráculo los Dioses observaron

quien motivó el desorden causado.

La sombra de la pitonisa era quien la representaba,

menuda desdicha hizo la muy desgraciada.

La ira no se hizo de esperar,

un gran castigo la malvada bruja tendrá.

Avivando las calderas del infierno

en el fuego eterno se ha de quemar.

                Solo queda el sol

solo y enamorado,

a la única mujer que amaba

la luna se la ha robado.

Su vida ya no tiene sentido,

abrazado a la muerte, en un momento desesperado,

el muy loco desde un volcán se ha tirado.

                Los Dioses lloran,

están conmocionados,

lamentan la muerte de los enamorados.

Y en un intento de inmortalizarlos

Aparecen tres hermosos cuerpos celestiales

reluciendo en el espacio.

El sol ilumina el día

la tierra reflejo de su alegría,

la luna contempla desde un lado en la noche fría

como los dos enamorados en el atardecer desaparecían.

Y cuando hay luna llena

reflejo de mar,

siempre se la ve entristecida.