CAYO APULEYO DIOCLES, UN GRAN AURIGA. Por Javier Ramos Beltrán.

24.05.2016 09:05

 

    En el artículo de hoy hablaremos de un famoso auriga lusitano llamado Cayo Apuleyo Diocles, quien según algunos estudios realizados ha sido el deportista mejor remunerado de la Historia.

    Nació en el 104 d.C. en Augusta Emerita, hoy Mérida, la entonces capital de Lusitania y que hoy día sigue conservando importantes vestigios de la Antigüedad.

    No han llegado muchos datos de aurigas como de gladiadores. Las carreras de cuadrigas no quedaron eclipsadas por los combates de gladiadores, muy conocidas en la cultura popular contemporánea a través del cine, pues la civilización romana fue muy aficionada a ambas manifestaciones.

    Los aurigas eran generalmente de extracción humilde (a veces presos o esclavos). Se distinguen varios tipos de carros distintos: bigas (de dos caballos), trigas (de tres caballos), las aurigas de cuatro  y de mayor número, incluso de diez.

    No nos han llegado muchas referencias personales de Cayo Apuleyo Diocles, aunque las pocas que nos han llegado son de incalculable valor y nos dicen que empezó a los 18 años corriendo para la facción blanca, para posteriormente cambiarse a la verde con 24 años, y finalmente a la roja a los 27 años, donde estuvo hasta su retirada final a los 42 años.

    En su estilo de juego (por decirlo de alguna manera), hacía unos sprints finales en los últimos metros para acabar sometiendo a sus adversarios. Por eso se convirtió en alguien famoso para las masas y que fue bien retribuido.

    Cuando alrededor del 146 d.C. se retiró de la competición, había llegado a amasar una fortuna de 35.863.120 sestercios, que en euros serían ahora mismo 13.600 millones de euros, una cifra inalcanzable hoy en día hasta para superestrellas deportivas como Ronaldo, Messi o Tiger Woods. Al retirarse, en el circo de Roma se le hizo un monumento en su honor.

    Sin embargo, aún a pesar de tener habilidades deportivas, era un hombre inculto y analfabeto, lo cual no es excusa para acordarse de que en aquella sociedad que estaba poco interesada por ciertos temas, él era un auténtico ídolo de masas. Pan y circo.