ANTEQUERA, LA FAMA DE UN INFANTE QUE SE CONVIRTIÓ EN REY.

19.03.2018 12:58

                Los castellanos medievales, del Norte del Duero a las Canarias.

                Al alba del siglo XV la fortaleza granadina permanecía incólume, a pesar de todas las asechanzas e incursiones que había recibido. Bien encastillados en las serranías béticas, sus bravas gentes habían sabido no solo defenderse, sino emprender también incursiones desde el valle del Guadalquivir al Sur de Valencia. Sus emires, atentos a los altibajos de la política norteafricana, se habían avenido a satisfacer las parias a los reyes de Castilla, algo que incumplieron siempre que pudieron. Las guerras civiles y los enfrentamientos de Castilla con otros reinos peninsulares les dieron no poco margen de maniobra. Muhammad VII adoptó una actitud decidida y en la primavera de 1405 sus tropas atacaron el reino de Murcia, cuya población se arracimaba en localidades fortificadas entre campos escasamente habitados por aquel entonces. Al año siguiente, las fuerzas castellanas fueron derrotadas por las granadinas en las proximidades de Quesada, en Los Collejares. En tales condiciones las treguas entre Castilla y Granada resultaban ilusorias.

                A finales de 1406 Enrique III de Castilla agonizaba y su hermano don Fernando ganaba protagonismo en la vida política del reino. El segundo hijo de Juan I había venido al mundo un 28 de noviembre de 1380 en Medina del Campo. A los bienes con los que fue dotado incorporó los aportados por su opulenta esposa, doña Leonor de Alburquerque, la llamada rica hembra. Con los años se convertiría en Fernando I de Aragón, estableciendo el linaje de los Trastámara en la vecina Corona.

                Aunque Enrique III dudó de sus intenciones (en particular antes del nacimiento de su primogénito) y su esposa doña Catalina de Lancaster lo aborreció, se hizo cargo junto con la misma de la regencia de su sobrino Juan II a la muerte del Doliente en la Navidad de 1406. El estado de hostilidad con Granada le permitió hacerse con el gobierno de la Castilla al Sur del Guadarrama en calidad de regente, y de solicitar a las Cortes un subsidio de cien millones de maravedíes. La guerra con los nazaríes le podía dispensar no poca gloria y poder, pero se tuvo que conformar con cuarenta y cinco a cobrar en los seis meses siguientes a la clausura de las sesiones de las Cortes, ya que los procuradores habían sido soliviantados por los hombres de confianza de su cuñada Catalina.

                En consonancia se pensó en alzar un ejército de 4.000 jinetes, 10.000 hombres de armas, 50.000 ballesteros y lanceros, añadiéndose las fuerzas de Andalucía, además de una flota de treinta galeras y cincuenta naos. Tal despliegue se completaría con seis lombardas gruesas, doce trabucos, dos ingenios, cien tiros de pólvora menores, seis mil paveses, y los correspondientes bueyes y carretas.

                La guerra rompió con hostilidades fronterizas. En el invierno de 1407 los castellanos atacaron Vera y Zurgena, y conquistaron Huércal, al Este del emirato. Por el Oeste sometieron Pruna. Simultáneamente, los granadinos fracasaron ante Priego. En el verano atacaron Lucena y los castellanos Antequera.

                Mientras tanto, el infante don Fernando había dirigido los preparativos militares últimos desde Sevilla, esmerándose en la organización de su flota, vital para cortar las comunicaciones de Granada con el África del Norte, desde Marruecos a Túnez, desde donde podían afluir fuerzas en su ayuda. En agosto las naves de Castilla lograron vencer en el Estrecho.

                Aunque los castellanos adoptaron una actitud más prudente y menos resuelta de la esperada tras esta victoria, debido a los ataques granadinos a Baeza y Bédmar en la alargada frontera, don Fernando ordenó avanzar el 7 de septiembre de 1407 desde su cuartel general de Sevilla. Su consejo de guerra proyectaba expugnar Ronda tras rendir Zahara a principios de octubre, pero lo avanzado de la estación hizo recomendable centrarse en el asedio de Setenil por el momento. Los pequeños castillos de alrededor cayeron, pero aquella plaza aguantó la embestida.

                Los combativos granadinos no daban la lucha por perdida y al comenzar octubre alcanzaron las puertas de Jaén una vez más, creando dificultades en otros puntos de la frontera. En febrero de 1408 asediaron sin fruto Alcaudete, en el camino de Alcalá la Real. La guerra se anunciaba larga y las Cortes de Castilla fueron reunidas una vez más para allegar más dinero, el verdadero nervio bélico. Para la campaña de primavera de 1408 se requirieron por los del infante hasta sesenta millones de maravedíes más, pero los consejeros de doña Catalina lograron que se aceptara la tregua con Granada, que se conquistaría a finales de siglo con un enorme esfuerzo económico y una gran autoridad real.

                En aquel tiempo Muhammad VII murió y fue sustituido contra su voluntad por su hermano Yusuf III, cautivo en Salobreña, que se salvó de ser ejecutado por orden aquél alargando una partida de ajedrez. El flamante emir intentó recuperar Zahara y sus fuerzas cargaron contra Segura de la Sierra y Caravaca. Mientras tanto, los años de tregua oficial habían servido a don Fernando para imponerse a los consejeros de su cuñada. En 1410 se volvió a la guerra con todas las de la ley.

                Las fuerzas castellanas se concentraron en Córdoba de cara a la campaña de aquel año y se propusieron tomar Antequera, que resultaba clave en el dispositivo defensivo nazarí de Ronda a Baza, pues su dominio permitiría atacar el litoral del emirato y aislar el distrito de Ronda del resto.

                El 26 de abril plantaron el real ante Antequera. Yusuf III encomendó el ejército de socorro a sus hermanos Ali y Ahmad, que el 6 de mayo fueron vencidos en la batalla de la Boca del Asno. El 27 de junio intentaron los castellanos escalar Antequera al asalto, sin conseguirlo. Yusuf III quiso entonces forzar una tregua, pero don Fernando exigió la rendición de la plaza, la liberación de todos los cautivos cristianos y el pago de tributo.

                Durante el asedio, le llegó al infante la noticia de la muerte sin vástagos del monarca aragonés Martín I el Humano. Al ser hijo de doña Leonor de Aragón, la hija de Pedro IV el Ceremonioso que contrajo matrimonio con Juan I de Castilla tras no poco debate, se planteó su candidatura al trono aragonés, aunque hasta la pérdida de prestigio más tarde de Luis de Anjou no se tomara muy en consideración.

                Así pues, se hicieron preparativos para un nuevo asalto con escalas, seguidos de verdaderos simulacros, por lo que se cogió por sorpresa a los defensores cuando se emprendió el ataque definitivo. Tomaron los castellanos una torre e hicieron un boquete en la muralla. Irrumpieron en el interior de la localidad, que saquearon. Los defensores se acogieron al alcázar, pero al no disponer del suficiente espacio ni del agua necesaria tuvieron que capitular tras ocho días de resistencia. La rendición se ha datado un 24 o un 25 de septiembre de 1410. Los defensores pudieron salir a cambio de entregar la plaza. No pocos de los mismos se acogieron a la ciudad de Granada, donde fundaron un barrio.

                A continuación cayeron en manos cristianas Aznalmara, Jébar y Cauche. Don Fernando parecía tener abiertas las puertas de nuevas conquistas. Sin embargo, aceptó las treguas con los nazaríes. Según García de Santa María, el desgaste económico le obligó a ello. Otros autores han considerado que fue la ambición de lograr el cetro aragonés la que le disuadió de proseguir la empresa granadina. Ciertamente su fama se había extendido, y el de Antequera también fue celebrado en tierras de la Corona de Aragón por su conquista. Al frente de la plaza antequerana dejó al alcaide Rodrigo de Narváez, y dada su posición avanzada se concedió el indulto a todos los homicianos que sirvieran allí un año y un día. Recordó el infante a la clerecía la disposición de su difunto hermano Enrique de colaborar económicamente en la guerra contra los musulmanes, y a partir de entonces puso su autoridad en Castilla y su ejército al servicio del objetivo aragonés, que cambiaría la Historia hispana.

                Víctor Manuel Galán Tendero.