AFGANISTÁN NO YACE EN LA NADA.

16.08.2021 16:47

               

                Afganistán evoca la derrota de unos cuantos ejércitos de grandes potencias a lo largo de la Historia Contemporánea. Sus batalladoras gentes, encastilladas en una orografía intrincada, han vencido a británicos, soviéticos y estadounidenses. El movimiento de los talibanes ha ganado especialmente el favor de los pastunes, las gentes del Sur y del Este afgano, y con su nueva entrada en Kabul se han apuntado una gran victoria.

                Lo que ha pasado en este agosto de 2021 ya fue anunciado en el pasado mes de abril, cuando la OTAN comunicó su voluntad de retirar sus tropas, una verdadera confesión de derrota. Los asesinatos selectivos de comandantes talibanes entre 2002 y 2009 no acabaron con el movimiento, presto a resurgir contra viento y marea. La persistencia de unos combatientes que proclaman luchar por Dios, formados en unas condiciones adversas, más propios de la épica medieval que del profesionalismo militar del mundo de hoy, ha tenido su recompensa.

                La intervención en Afganistán es un juguete roto, además del juguete roto de otro. En el 2001 fue atacado por las fuerzas conducidas por Estados Unidos, al responsabilizarse a los talibanes de dar acogida a los que perpetraron el 11-S. Se pretendió establecer un nuevo régimen, pero no se ha conseguido. Bajo la presidencia de Obama, ante el fracaso en Irak, se reactivó la intervención estadounidense, con el resultado que ahora vemos.

                El ritmo de los acontecimientos ha golpeado a Washington, que hace unas horas proclamaba su confianza en las fuerzas afganas aliadas. Sorprende que los estrategas estadounidenses fueran tan cándidos y que no previeran la dantesca retirada, casi fuga, del aeropuerto de Kabul. El temor a situaciones insostenibles que recuerden a Vietnam ha marcado la mentalidad de Estados Unidos, enfrascado ahora en los problemas socio-sanitarios.

                Resulta curioso, como poco, que con unas relaciones con Rusia que pasan por los momentos más delicados desde el final de la Guerra Fría, según se anuncia a bombo y platillo en la prensa, se descuide aparentemente el Gran Juego en Asia Central, cuando el precio del gas se cotiza al alza con resultados que afectan a todo hijo de vecino. La proclamación del emirato en Afganistán tendrá consecuencias inevitables en tan inestable región del planeta, además de en el resto del extendido mundo islámico, como ya se vio en el pasado. Irán, la antigua Persia de la que se desgajó en el siglo XVIII Afganistán, ha prestado discretamente apoyo a los talibanes. Tras la derrota del ISIS, además, es una gran victoria del fundamentalismo islámico.

                ¿Se trata, entonces, del agotamiento del que conoce el problema a fondo y no puede más? ¿Quizá hay algo más?

                Desde comienzos de este siglo, los estrategas estadounidenses han sentido temor a la formación de una gran coalición enemiga, la de Rusia, China e Irán, capaz de amenazar la hegemonía de Washington en Eurasia, el corazón del poder mundial. La guerra de desgaste afgana consume las fuerzas estadounidenses y las de sus aliados, además de aproximar a las tres potencias citadas, que encuentran así un cómodo medio de debilitar a su contrincante. Si Estados Unidos abandona el empeño, el problema talibán pasara a rusos y chinos, cuya seguridad y esfera de influencia se verán amenazadas. Tampoco podrán colaborar más estrechamente con los iraníes, empeñados en su controvertido programa nuclear. La fuerza de la gran coalición se quebraría en origen.

                Con independencia del titular de su presidencia, Estados Unidos ha reafirmado sus principales apoyos en Oriente Próximo y el mundo musulmán, fortaleciendo sus relaciones con Israel y Marruecos. La frialdad oficial hacia España puede tener motivos más profundos que las discrepancias con el actual gobierno.

                Lo que suceda en los años venideros en la escena internacional nadie puede saberlo a ciencia cierta, pero no cabe la menor duda que la hegemonía entre las grandes potencias volverá a librarse en regiones con Estados fallidos, gentes empobrecidas, conflictos endémicos y recursos apetecibles. El drama afgano no yace en medio de la nada.

                Víctor Manuel Galán Tendero.